Por Ana Paula Linas Molina
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A lo largo de la historia de nuestra joven democracia, las mujeres hemos ganado terreno en el ejercicio de nuestro papel como actoras políticas, con esfuerzo y perseverancia. Desde figuras pioneras como Elvira Carrillo (1878-1968), quien fue electa como diputada local en Yucatán antes de que el sufragio femenino fuera reconocido en la Constitución, hasta las primeras aspirantes a la Presidencia de México como Rosario Piedra de Ibarra, Marichuy, y la reciente elección de Claudia Sheinbaum como la primera mujer presidenta, observo que hemos avanzado considerablemente.
Gracias a estos logros, las futuras generaciones de mujeres políticas pueden ver que es posible construir una carrera política exitosa. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. ¿Qué espacio político nos falta por conquistar? Sin duda, las dirigencias de los partidos políticos. Actualmente, en México existen siete partidos políticos nacionales, de los cuales ninguno está dirigido por una mujer. Incluso en tiempos de apogeo, pocas mujeres han alcanzado la dirigencia de su partido. Por ejemplo, de los 29 presidentes que ha tenido el PAN, sólo Cecilia Romero fue elegida como dirigente, y por un periodo de 78 días. En el caso del PRI, de los 55 liderazgos en su historia, sólo seis mujeres han dirigido el partido, aunque es importante destacar que figuras como María de los Ángeles Moreno, Claudia Ruiz Massieu, Beatriz Paredes, Dulce María Sauri, y Cristina Díaz han continuado abriendo caminos en otros niveles de gobierno, como secretarías de estado, gubernaturas, presidencias municipales e incluso precampañas presidenciales.
No podemos tolerar la hipocresía institucional de los partidos políticos, que promueven una agenda a favor de los derechos políticos y electorales, pero cuyas estructuras organizativas siguen limitando a las mujeres a roles basados en estereotipos de género. Según una investigación del Instituto Nacional Demócrata sobre la participación de las mujeres en los partidos políticos, una política declaró: “Nos asignan la organización de las celebraciones del día de la madre o del día del niño, pero no nos convocan para participar en las reuniones donde se toman decisiones importantes del partido.” Esto revela claramente que la mayoría de los puestos de autoridad dentro de los partidos están ocupados por hombres, y que, si estos replican actitudes machistas, es probable que se perpetúen situaciones de violencia política de género, como la designación de candidatas mujeres en elecciones donde se anticipa la derrota, o la suspensión o disminución de sueldos como forma de castigo en caso de denuncias de violencia sexual hacia alguien del partido.
Actualmente, en la escena política resuenan los nombres de Luisa María Alcalde, quien podría asumir la dirigencia de MORENA, Kenia López, quien busca la dirigencia del PAN, y Sandra Cuevas, quien busca crear y dirigir un nuevo partido político. Mientras tanto, los otros partidos de oposición han mostrado poca disposición para posicionar a su relevo. Está más que claro que Alito Moreno no dejará su cargo pronto.
La lucha por la equidad de género en la política mexicana ha avanzado significativamente, y hoy más que nunca, las mujeres están demostrando su capacidad para liderar y transformar. Aunque aún quedan retos por superar, como la presencia femenina en las dirigencias partidistas, estamos en un momento clave para impulsar el cambio.
Es vital que sigamos promoviendo la alternancia política para que más mujeres accedan a roles de liderazgo dentro de sus partidos, y que apoyemos iniciativas que fomenten la igualdad y el respeto en todos los niveles del poder, gobierno y estructuras organizativas. Juntas y juntos podemos continuar construyendo un futuro en donde la perspectiva y el liderazgo de las mujeres guíen la toma de decisiones que marcarán el rumbo de nuestro país.