En la era de las
Macraf
mayorías aplastantes, el único peso que importa es el que te sacan del bolsillo…
En las últimas semanas, hemos sido testigos de una batalla mediática intensa relacionada con la llamada sobre representación electoral, un fenómeno que permite a la coalición mayoritaria en el Congreso de la Unión alcanzar prácticamente las dos terceras partes de los legisladores. Este escenario les otorgaría el control total del poder legislativo y la capacidad de aprobar reformas constitucionales sin la necesidad de diálogo, mesas de trabajo o discusiones abiertas.
Para muchos, esta situación no es novedosa. En el pasado, cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) era hegemónico, ya existía un control similar. Sin embargo, fue precisamente la oposición a esa estructura la que luchó con determinación para evitar que un solo partido decidiera el destino del país. Entre esos luchadores sociales, es importante destacar a dos figuras: un tabasqueño de ideales firmes, Andrés Manuel López Obrador, y una joven Claudia Sheinbaum Pardo, quienes en su momento pelearon por una democracia más abierta e inclusiva.
El contraste entre aquellos años de lucha y la realidad actual es evidente. Hoy, ambos personajes parecen haber olvidado las razones por las cuales llegaron al poder. La sobre representación que antes criticaban ahora se ha convertido en una herramienta para consolidar su proyecto político. Esta dinámica pone en riesgo el equilibrio necesario para una democracia saludable, donde todas las voces sean escuchadas y valoradas.
La cuestión aquí no es solo política, sino también económica. Apenas la semana pasada, hablábamos sobre la inflación y cómo ha afectado la economía de los mexicanos. A pesar de no estar en niveles alarmantes, la inflación ha superado las metas del Banco de México, una institución que hoy se encuentra bajo la influencia de los caprichos del Ejecutivo. La insistencia en mantener proyectos faraónicos como el Aeropuerto Felipe Ángeles o la refinería de Dos Bocas, y en desarrollar una infraestructura ferroviaria que ha demostrado ser económicamente inviable a nivel internacional, solo agrava la situación.
Aunque el partido gobernante obtuvo la mayoría de votos en las elecciones pasadas, esto no justifica ignorar el 45% de los votantes que eligieron otras opciones. Dividir a la población entre mexicanos de primera y de segunda es peligroso, especialmente cuando se desconoce la voluntad de casi la mitad de los ciudadanos. Este enfoque no solo amenaza la democracia, sino también la economía del país.
La sobre representación electoral, si bien puede parecer un triunfo político para el gobierno actual, representa un riesgo significativo para la estabilidad económica. Cuando las decisiones económicas se toman con base en intereses políticos y no en análisis técnicos rigurosos, las consecuencias pueden ser desastrosas. Permitir que unos pocos determinen el destino de millones es un acto de irresponsabilidad que, a largo plazo, podría llevar al país a una crisis económica de proporciones inimaginables.
Es crucial que quienes hoy tienen el poder en sus manos recuerden las razones por las cuales fueron elegidos. La economía de un país no puede ser manipulada al antojo de unos cuantos, y mucho menos cuando las decisiones que se toman afectan directamente el bienestar de millones de personas. Es momento de actuar con responsabilidad y de tomar decisiones que beneficien a todos los mexicanos, sin importar su preferencia política.
La desigualdad, la brecha salarial, la educación, la salud, la seguridad y la economía en su conjunto están en manos de los ciudadanos. No importa por quién se haya votado, como sociedad, debemos asegurar la existencia de contrapesos, que fue precisamente por lo que lucharon el tabasqueño y la corcholata mayor. Exigir que se respete el voto y que se evite la sobre representación es nuestra mejor defensa para el futuro de este gran país. Bien dice la sabiduría popular: «No hay mal que dure 100 años… ni pendejo que lo aguante». Es momento de honrar esa sabiduría. Ojalá quienes tienen la responsabilidad de decidir lo hagan pensando en el bienestar de México, no en su movimiento político. Porque antes que movimiento, hay país. La llamada Cuarta Transformación es solo una ilusión en la mente de Andrés y Claudia.