En 1984, pocos imaginaban que una película protagonizada por un joven acosado y su maestro de karate japonés se convertiría en un fenómeno cultural. Karate Kid no solo conquistó las salas de cine y los videoclubs, sino que también impactó profundamente a toda una generación, quienes aprendieron que, con disciplina y perseverancia, hasta el más débil puede superar las adversidades.
Con un presupuesto modesto y un elenco no tan estelar, Karate Kid logró algo inesperado. Ralph Macchio, elegido después de que actores como Charlie Sheen y Sean Penn fueran descartados, encarnó al joven Daniel Larusso. A su lado, Pat Morita, conocido por sus papeles cómicos, dio vida al sabio señor Miyagi, un personaje que inicialmente no encajaba en los estándares de Hollywood para un maestro de artes marciales, pero cuya interpretación le valió una nominación al Oscar.
La historia personal de Morita parecía reflejar la filosofía de Miyagi. Hijo de inmigrantes japoneses, pasó gran parte de su infancia en un sanatorio debido a la tuberculosis y luego en un campo de concentración en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Esta dura experiencia lo dotó de la serenidad y sabiduría que su personaje transmitía en pantalla, haciendo que el vínculo entre maestro y aprendiz se sintiera auténtico.
A pesar de no contar con el respaldo de grandes expectativas, Karate Kid superó a películas mucho más ambiciosas. Multiplicó por diez su presupuesto en taquilla y fue la cinta más alquilada en 1985. Su combinación de artes marciales y valores universales la convirtió en un clásico atemporal que sigue resonando hoy, especialmente con la reciente resurrección de la saga a través de Cobra Kai, donde Ralph Macchio volvió a encontrar su lugar en la cultura popular.
