Por Maribel Gavito
Escuchar
En esta oportunidad quiero compartirles una experiencia que me llevó a esta reflexión. Estaba viendo el Facebook y en una cuenta simpática que sigo, preguntan qué música escucharías si supieras que el mundo se acaba en cinco minutos. ¡Había más de 600 respuestas! Leí algunas, pero una en especial me llamó la atención. Esta decía: “No pondría música. Nada como el silencio”.
El silencio es un elemento que evoca en nosotros muchos y diversos sentidos y sentimientos en diferentes circunstancias de la vida.
Cuando éramos pequeños nos decían en voz baja: “silencio” para que moduláramos la voz o porque despertábamos a alguien, o porque queríamos hablar cuando no era adecuado.
Ya en la escuela, los maestros nos pedían silencio hasta cansarse, para poder empezar la clase o dar una instrucción o para que pudiéramos trabajar ya que, por supuesto, no parábamos de hablar.
También entre amigos nos callábamos entre nosotros diciendo silencio, sobretodo si estábamos haciendo alguna travesura y no queríamos ser cachados o descubiertos por alguien, especialmente un adulto con autoridad.
Hoy en nuestras casas, llenas de sonidos y a veces de ruidos, pedimos silencio cuando queremos escuchar o decir algo importante o simplemente descansar.
Estos aspectos del silencio son muy conocidos y comunes a todos, pero el silencio tiene también funciones y formas más profundas y como todo en la vida tiene también dos caras.
Una función muy importante del silencio lo escuchamos todos los días en la música. El silencio es fundamental para componer y dar estructura a una pieza musical. El silencio da forma a la melodía, da espacio a los cantantes para tomar aire, crea suspenso y diferentes matices a una obra musical.
Cuando meditamos y rezamos, buscamos estar en silencio, con el fin de lograr entrar en quietud y paz para poder conectarnos con nosotros mismos y con Dios, para poder dialogar con el universo.
En otros momentos, cuando la tristeza nos acompaña, el silencio se instala. No queremos escuchar nada, deseamos esa compañía silenciosa que nos permite aceptar y sobrellevar esos momentos difíciles.
Hay silencios también dolorosos, cuando están ligados a traiciones y silencios que son tan potentes que parecen que gritan la respuesta ellos mismos.
Uno de los silencios que más me gustan es aquel que escuchamos cuando estamos en la naturaleza, cuando es tan poderoso que podemos escuchar el aleteo de las aves, que nos permite apreciar la belleza de lo que nos rodea y que nos hace sentir tan agradecidos y llenos de paz interior por lo que estamos viviendo y experimentando tanto física como espiritualmente.
Hoy en nuestro mundo y en especial en nuestro país, donde estamos tan llenos de ruidos: ruidos de amenazas, ruidos de violencia, ruidos de confrontación, ruidos de autoritarismo, ruidos, ruidos, ruidos… Te deseo que busques el silencio, ese silencio profundo que te llene de paz, de claridad, de equilibrio para poder tomar las mejores decisiones, para hacer frente a la vida y vivirla lo más plena y alegremente que puedas.
Que el silencio, su sabiduría y fortaleza te acompañen.
