Eduardo López Chávez
Economista y consultor experto en economía, política y administración pública, fundador de El Comentario del Día.
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Cuando el vecino arma su fiesta de caos, a nosotros nos toca limpiar los platos rotos…
Macraf
La reelección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos confirma lo que muchos temían: una nueva era de incertidumbre para México. Para algunos analistas, su victoria podría traer cierta estabilidad a Estados Unidos, evitando el caos de una transición complicada. Sin embargo, mientras al país vecino le espera una aparente calma, México se enfrenta a un escenario radicalmente distinto. Trump no tiene que preocuparse por volver a ganar elecciones, lo que le otorga libertad para adoptar políticas más extremas y sin restricciones, y las primeras en sentir el impacto serán nuestras relaciones bilaterales.
Uno de los mayores riesgos que enfrentamos está en el ámbito comercial. La amenaza de nuevos aranceles pende sobre nuestra economía, lo que podría minar la competitividad de los productos mexicanos en el mercado estadounidense. El nuevo mandato de Trump bien podría revivir la guerra arancelaria que, aunque breve, ya dejó cicatrices en varios sectores. Esta vez, sin la necesidad de conservar popularidad para futuras campañas, Trump podría actuar con una franqueza y dureza aún mayores.
A esto se suma el delicado tema migratorio. La deportación de mexicanos podría intensificarse, afectando directamente el flujo de remesas, uno de los mayores soportes del consumo en muchas familias. Durante el sexenio pasado, el hoy morador de Palenque celebraba la llegada de miles de millones de dólares en remesas, sin considerar que esta dependencia revela la incapacidad del país para ofrecer empleos bien remunerados. Tan solo en el último año, las remesas alcanzaron los 63 mil millones de dólares, cifra que no sería sostenible si se concreta la política de deportaciones masivas de Trump.
El impacto de esta política migratoria no se limita al ingreso familiar. La posible intromisión en territorio mexicano bajo la justificación de combatir los cárteles de la droga es otro factor que no podemos ignorar. El aumento en las revisiones fronterizas y el riesgo de un cierre temporal de la frontera significarían un golpe directo al transporte de mercancías, un sector crucial para la economía mexicana. Ante este escenario, el mercado puede reaccionar con nerviosismo, y no sería extraño ver una salida de capitales que afectaría nuestra ya frágil economía. Vale recordar que el 14% de la inversión extranjera directa proviene de Estados Unidos, y una sola instrucción desde Washington puede provocar una desbandada de capitales.
Y no podemos pasar por alto el T-MEC, cuya revisión está programada para 2026. Con Trump al mando, es probable que las negociaciones se tornen más exigentes, buscando favorecer a Estados Unidos a expensas de la economía mexicana. A diferencia de acuerdos previos, el próximo intento de renegociación podría dejarnos en una situación desventajosa, y cualquier concesión que hagamos afectará nuestra competitividad en el largo plazo. Las modificaciones podrían imponer nuevas barreras que desplacen a México como uno de los principales socios comerciales, abriendo la puerta a acuerdos bilaterales con otros países que perjudiquen aún más nuestra posición.
La realidad es que enfrentar un nuevo mandato de Trump implica, para México, lidiar con una administración estadounidense aún más hostil. Los sectores más vulnerables serán los primeros en resentir el golpe, ya sea en el ámbito comercial, laboral o migratorio. Las promesas de mayor control fronterizo pueden ser bien recibidas por ciertos sectores norteamericanos, pero en México representan un obstáculo que dificulta el flujo de inversión y la generación de empleos.
Aquí en México, la pseudo emperatriz tendrá que aprender a lidiar con un Trump sin ataduras, cuyo estilo de gobierno amenaza con tambalear los cimientos de nuestras relaciones bilaterales. La administración actual, con sus reformas a menudo desconectadas de la realidad, nos deja en una situación débil para la inevitable renegociación del T-MEC, y mientras algunos insisten en que la relación entre ambos países resistirá, la verdad es que cualquier error podría costarnos caro. Al final, entre promesas de humanismo y discursos optimistas, es probable que terminemos pagando las consecuencias de un trumpismo recargado.
Así, así los tiempos estelares del segundo piso, de la transformación de cuarta.