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La democracia se basa en el establecimiento de controles y contrapesos de diversa naturaleza que limitan el poder.
En la actualidad se ha dado una compleja combinación de factores políticos, sociales y económicos que han propiciado escenarios ideales para el surgimiento de líderes populistas que asumen posiciones de gran poder con pocos límites.
Hoy es prácticamente imposible hablar de controles y contrapesos porque los líderes populistas aplican inflexiblemente la frase de Luis XIV, el Estado es ellos y nadie más.
En la era Trump la diplomacia y la política internacional funciona bajo paradigmas emocionales, brújulas morales internas y personalísimas y las dinámicas de poder que se entrelaza con estos elementos.
Donald Trump conduce a EE. UU. bajo principios establecidos por su propia brújula moral que se rige por los paradigmas de Poder- Fuerza y Debilidad-Sometimiento. Esto ha provocado una crisis en la cooperación internacional y un mundo que se dirige hacia la multipolaridad.
Los elementos operativos de ambos paradigmas son la venganza y la incertidumbre. Trump manipula y ejerce coerción sobre otros líderes hasta conseguir lo que él quiere, si no lo logra, la acción de vengarse es automática e inminente.
Sus acciones son impredecibles y difíciles de comprender. El objetivo de Trump es crear escenarios en los que repetidas amenazas incontrolables generen en otros líderes la percepción de que sus acciones nunca tendrán impacto sobre los resultados que el presidente de EE.UU exige, lo que eventualmente les hará desistir de intentar influir o negociar y los llevará a someterse directamente a los objetivos de Trump.
Dado que el Estado es Trump, la negociación no es un proceso de diálogo o conciliación, es un juego de dominio y control. No busca acuerdos, sino imponer su voluntad.
Trump no es un negociador tradicional porque en su visión ceder significa debilidad y sometimiento. Los líderes que ceden son débiles. Trump tiene la certeza de que puede hacer lo que desee con ellos.
¿Es posible negociar con Donald Trump? Creo que no. No obstante, esto no significa que México se encuentre en estado de indefensión. Ante la dominancia coercitiva y las amenazas estratégicas, México debe ser un país resiliente y con alta capacidad de adaptación a la complejidad, volatilidad e incertidumbre a través de:
- Seguridad Nacional e Inteligencia Estratégica: El gobierno mexicano ya no puede soslayar el cumplimiento de responsabilidades y objetivos nacionales. Debe atender riesgos y amenazas internas y externas que ponen en entredicho al Estado Mexicano. La construcción de escenarios basados en el análisis prospectivo y la Agenda Nacional de Riesgos deben ser la herramienta fundamental. Trabajar desde posibles escenarios catastróficos permite desarrollar la visión estratégica para atenderlos y transformarlos en escenarios deseables. Hoy la falta de contención de las amenazas a la Seguridad Nacional mexicana son los principales elementos que apalancan la dominancia coercitiva y las amenazas estratégicas de Trump.
- Administración de Riesgos y Amenazas: con base en la Inteligencia estratégica, gestionar riesgos y amenazas decidiendo la forma más adecuada de atención reduciendo la probabilidad o el impacto y preparándose para gestionar consecuencias si ocurren.
- Liderazgo Regional: Constituirse como el líder de Latinoamérica consolidando un bloque político- económico con potencial de ser una economía emergente que penetre en mercados distintos al de EE. UU. como la Unión Europea o Asia. La multipolaridad obliga a la conformación de nuevas regiones si se quiere competir en la comunidad internacional.
México no está indefenso ante Trump. Coincido con la postura de la Presidenta Sheinbaum de no subordinarse, sin embargo, los discursos y los mítines tienen sin cuidado a Trump, son las acciones las que darán la pauta para que México termine subordinado a EE. UU. o se convierta en un protagonista internacional.
