La administración de Donald Trump ha puesto en la mira las tierras raras, minerales estratégicos esenciales para la industria tecnológica, militar y automotriz. Su objetivo es reducir la dependencia de China, país que controla la mayor parte del procesamiento global de estos recursos.
Durante su primer mandato, Trump ya había intentado fortalecer la producción local de minerales críticos. Ahora, con su regreso a la Casa Blanca, ha anunciado medidas históricas para ampliar la producción y frenar el dominio chino, incluyendo alianzas con países como Australia y Canadá.
China, que posee solo el 38% de las reservas mundiales, domina cerca del 80% del procesamiento global de tierras raras, lo que deja a Estados Unidos en una posición vulnerable. Ante la presión estadounidense, Beijing ha restringido la exportación de estos minerales, generando incertidumbre en el suministro global.
Expertos advierten que la disputa por las tierras raras es una nueva Guerra Fría tecnológica. El control de estos recursos es clave para la hegemonía mundial, especialmente en sectores estratégicos como el de los autos eléctricos y la exploración espacial, donde figuras como Elon Musk también tienen intereses.
México podría ser parte de esta ecuación, ya que estados como Sonora y Chihuahua cuentan con reservas de tierras raras. Sin embargo, la falta de infraestructura y una política minera incierta limitan su potencial. Aunque empresas estadounidenses han mostrado interés en el país, sin capacidad de refinación local, México seguiría dependiendo de quienes sí pueden procesarlas.
El futuro de esta batalla industrial dependerá de cómo evolucionen las tensiones entre Washington y Beijing. Mientras tanto, Trump avanza en su estrategia para fortalecer el suministro de minerales críticos y evitar que China siga dominando este mercado clave.