
Eduardo López Chávez
Economista y consultor experto en economía, política y administración pública, fundador de El Comentario del Día.
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Nada dice «liderazgo» como que hasta los tuyos te dejen hablando sola…
Macraf
No cabe duda de que la realidad siempre supera a la ficción. Y esta semana que terminó, los pasillos de Palacio Nacional deben estar más revueltos que de costumbre. Lo que se suponía sería un festejo glorioso de la pseudo emperatriz terminó opacado no por su discurso, sino por el desaire de su propia gente. Sin embargo, más allá del espectáculo político, las implicaciones económicas de los eventos recientes son de mayor relevancia.
Para empezar, la semana arrancó con la amenaza de aranceles por parte de Estados Unidos. Algo que ya se veía venir desde principios de año, pero que finalmente se materializó, aunque fuera por 24 horas. Poco después, tanto Donald Trump como la corcholata mayor anunciaron que se había logrado un acuerdo. Aquí se habló de defensa de la soberanía y de la diplomacia como el arma más poderosa; allá, Trump la calificó como una «maravillosa mujer» que ha hecho lo necesario para demostrar que México está tomando acciones en materia migratoria.
Pero la realidad es muy distinta al discurso político. Ni la pseudo emperatriz ni el presidente estadounidense admitirán que lo que realmente detuvo los aranceles fue la presión de los empresarios. Los mismos que han sido ignorados en México, pero que fueron fundamentales para que Trump regresara a la Casa Blanca. En particular, el sector automotriz dejó claro que continuar con los aranceles afectaría gravemente a las principales empresas estadounidenses, lo que derivaría en un problema económico serio, tanto en EE.UU. como en nuestro país. Ante tal presión, la decisión fue clara: frenar los aranceles y evitar un conflicto mayor.
Y como si la semana no tuviera suficientes sobresaltos, llegó la nada sorpresiva salida de Rogelio Ramírez de la O. El gran florero de Hacienda dejó su posición ornamental para dar paso a su hasta entonces subsecretario, quien, dicho sea de paso, es una figura controversial y, en mi opinión, impuesta. De lo contrario, ¿cómo explicar que se nombre en un puesto tan importante a alguien que fue inhabilitado durante el gobierno de la propia pseudoemperatriz en la Ciudad de México por actos de corrupción? Si bien, a primera vista, parecería un relevo normal, hay detalles que no pueden pasarse por alto.
Si nos remontamos al sexenio anterior, el primer gran abandono fue el de Carlos Urzúa, quien dejó la Secretaría de Hacienda por discrepancias con las decisiones tomadas en Palacio Nacional. Tanto Urzúa como Ramírez de la O compartían algo fundamental: eran figuras con peso en los círculos económicos y financieros internacionales. Un capital que, en teoría, debería haber servido para fortalecer la política económica del país. El problema es que a ninguno de los dos se les permitió operar con independencia. Sin embargo, mientras Urzúa no se prestó al juego, Ramírez de la O sí consecuentó los caprichos de Palacio. Por lo tanto, el actual nombramiento responde a la necesidad de tener a alguien que acepte y haga lo que se le diga sin cuestionar nada. Después de todo, le están salvando la carrera.
El saldo que deja Ramírez de la O es preocupante. La deuda del país se disparó en el último año, pasando de 14 billones de pesos a 17 billones de pesos, lo que elevó el porcentaje de deuda con respecto al PIB del 46.7% en 2023 al 51.4% en 2024. Un legado que difícilmente se puede considerar positivo.
Por si fuera poco, la inseguridad sigue en aumento. Atacar las causas de la violencia es una estrategia válida, pero sus resultados se reflejan a mediano y largo plazo. Mientras tanto, la realidad es que la violencia continúa creciendo. Para muestra, basta ver los hallazgos recientes en Jalisco, donde, por cierto, queda claro que el papel de los cuerpos policiacos y los ministerios públicos no es, de ninguna forma, investigar actos delictivos, sino alejar a los capitales. Inversionistas y empresarios no ponen su dinero donde hay incertidumbre y riesgo, y eso se traduce en menos crecimiento y oportunidades para el país.
Claudia, no hay nada que festejar. Lamentablemente, de tu gran evento no se recordará ni una sola palabra de tu discurso. Cerraste la semana de la peor forma posible: con el desaire de tus propios correligionarios, proyectando una imagen de debilidad en el peor momento. Intentaron enmendar el error con mensajes en redes sociales y culpando al protocolo, algo bastante inverosímil. Ojalá realmente tomes las riendas, aunque, sinceramente, está claro que desde Palenque no te lo permitirán.
Así, así los tiempos estelares del segundo piso de la transformación de cuarta: mucho ruido, pocas nueces… y mucha deuda.