La Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola, tuvo un impacto trascendental en el sistema educativo de la Nueva España. Aunque llegaron después de otras órdenes religiosas, los jesuitas desempeñaron un papel crucial en la formación de la sociedad colonial, estableciendo colegios y seminarios que fusionaron la doctrina cristiana con la educación humanista europea.
Un ejemplo destacado de su labor fue el Colegio de San Francisco Javier en Tepotzotlán, que se convirtió en un importante centro de enseñanza para la población indígena, aunque posteriormente también acogió a estudiantes de la élite novohispana. Los jesuitas no solo se enfocaron en la instrucción religiosa, sino que también promovieron el estudio de las artes liberales, la filosofía, la teología y las ciencias.
La Compañía de Jesús fundó numerosos colegios y seminarios en ciudades clave como Puebla, Guadalajara y la Ciudad de México, estableciendo una red educativa con altos estándares académicos. Su influencia se extendió a la creación de bibliotecas, imprentas y observatorios astronómicos, contribuyendo significativamente al desarrollo intelectual y cultural de la colonia.
El legado de San Ignacio de Loyola y los jesuitas en la Nueva España radica en la transformación del modelo educativo, al integrar la tradición humanista europea con las necesidades de la sociedad colonial, dejando una huella imborrable en la historia de la educación en México.