Emilio Carballido Fentanes nació en Córdoba, Veracruz, y fue parte de la Generación de los 50, discípulo de Rodolfo Usigli. Su obra se caracteriza por un lenguaje directo y personajes cercanos, que reflejan la realidad nacional con una mirada crítica y empática. Su debut en el Palacio de Bellas Artes con Rosalba y los llaveros (1950) marcó un giro en la dramaturgia mexicana, alejándose de la retórica refinada de generaciones anteriores y dando paso a historias cotidianas con una teatralidad anclada en la experiencia del México urbano y popular.
A lo largo de su carrera, Carballido escribió más de 200 obras de teatro, entre ellas Un pequeño día de ira (1961), ¡Silencio, pollos pelones, ya les van a echar su maíz! (1963), Te juro, Juana, que tengo ganas (1965), Yo también hablo de la rosa (1965) y Rosa de dos aromas (1986). También incursionó en el cine con 50 guiones y en la ópera con tres libretos: Zorros chinos, Sala de espera y Misa de 6. Además, escribió cuentos infantiles publicados por el Fondo de Cultura Económica y teatro infantil editado por Porrúa.
Como maestro, Carballido dejó una huella profunda en generaciones de creadores. Su metodología, conocida como «carpintería teatral», consistía en ejercicios prácticos que fomentaban la observación y escucha de la realidad. Felipe Galván, uno de sus alumnos, destacó su capacidad para enseñar a capturar el universo en escena, y recordó cómo Carballido les recomendaba llevar siempre un cuaderno de notas para registrar ideas y diálogos cotidianos.
A cien años de su nacimiento, el legado de Emilio Carballido continúa vivo en los escenarios, en las voces de quienes aprendieron a mirar y escuchar el país a través de sus enseñanzas. Su obra sigue siendo un referente de la dramaturgia mexicana y su influencia perdura en la formación de nuevos dramaturgos y en la evolución del teatro en México.