El reciente viraje de Estados Unidos en su política climática, encabezado por el presidente Donald Trump, podría desestabilizar importantes acuerdos internacionales conocidos como “deuda por naturaleza”. Estos mecanismos, que intercambian deuda soberana por compromisos ambientales, han permitido financiar proyectos de conservación clave en regiones como África y América Latina, pero ahora enfrentan un panorama incierto.
Durante los últimos cinco años, la Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo (DFC, por sus siglas en inglés) ha jugado un papel fundamental, asegurando riesgos políticos en más de la mitad de los acuerdos de este tipo y respaldando casi el 90% de los 6,000 millones de dólares involucrados. Sin embargo, fuentes cercanas al organismo revelaron que al menos cinco nuevos canjes están detenidos o en revisión, debido a las dudas sobre el futuro respaldo de la DFC, especialmente tras las críticas de su próximo director, Ben Black, y de Elon Musk, designado como jefe de eficiencia del gobierno.
La falta de claridad sobre el papel futuro de la DFC pone en aprietos a países como Angola y Zambia, que ya negociaban intercambios multimillonarios para proteger ecosistemas como la cuenca del Okavango o sus parques nacionales. Angola, por ejemplo, había planteado dos posibles canjes, uno centrado en la naturaleza y otro en educación y juventud, pero ahora su futuro es incierto.
Además, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, ha reforzado esta postura al cuestionar la labor climática de los organismos multilaterales y al confirmar el abandono del Acuerdo de París. Esto agrava la percepción de que Washington está dando marcha atrás en su compromiso ambiental, lo cual podría obligar a varios países en desarrollo a replantear o incluso abandonar proyectos cruciales para la conservación de la biodiversidad global.