18 de junio de 2025 9:01 am
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OPINIÓN

El consumo se cae… y la narrativa se sostiene

La situación no es menor. Si los temas arancelarios y migratorios complican la renegociación del T-MEC, prevista para los próximos meses, el crecimiento económico de México estará seriamente comprometido...

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Coyuntura económica y algo más

Si la economía va tan bien, ¿por qué el bolsillo va tan mal?…

Macraf

El INEGI acaba de publicar su Indicador Oportuno del Consumo Privado, una medición que anticipa el desempeño del gasto de los hogares en bienes y servicios. El resultado no es alentador: en términos anuales, se registra una contracción de 0.8% en abril y de 0.5% en mayo, mientras que, mensualmente, el consumo apenas varió 0.1% en abril y 0% en mayo. En otras palabras: las familias consumen menos que el año pasado y ya ni siquiera consumen lo mismo que el mes anterior.

¿Por qué importa esto? Porque el consumo interno es uno de los principales motores del crecimiento económico. Y si no hay crecimiento, no puede haber desarrollo. Pero este no es el único foco rojo: la inversión extranjera directa cayó 4.06% entre septiembre de 2024 y marzo de 2025. Además, entre enero y mayo de este año solo se crearon 133,665 nuevos empleos, lo que representa 58.82% menos que en el mismo periodo de 2024. Y, por si fuera poco, la inflación subió de 3.59% a 4.42%, por encima de la meta del Banco de México. Con este contexto, cualquier banco central razonable habría mantenido o incluso subido la tasa de interés, pero el nuestro decidió bajarla.

Este panorama ocurre justo durante la Cumbre del G7, donde se esperaba que la nueva moradora de Palacio se reuniera con Donald Trump —actual presidente de Estados Unidos en su segundo mandato—, para hablar sobre los aranceles y la situación migratoria. Sin embargo, Trump decidió abandonar la cumbre un día antes debido al conflicto entre Israel e Irán, y la reunión bilateral fue cancelada.

La situación no es menor. Si los temas arancelarios y migratorios complican la renegociación del T-MEC, prevista para los próximos meses, el crecimiento económico de México estará seriamente comprometido. Y en el contexto global, los conflictos geopolíticos como el del Medio Oriente también pueden frenar la recuperación económica nacional, al generar incertidumbre, frenar flujos de inversión y alterar los precios de energéticos y alimentos.

Aun así, la visita al G7 no tendría que ser un fracaso total, a menos que la corcholata mayor haya viajado únicamente para tomarse la foto con Trump. Esta podría ser una oportunidad para promover la diversificación comercial de México y recuperar la inversión perdida. Si se logra atraer más inversión, también podría impulsarse la creación de empleos.

Pero eso no es lo más delicado. Lo que sí puede preocupar a los líderes del G7 es el proceso de elección judicial recién realizado en México. Porque, mientras la narrativa oficial insiste en la “soberanía” y la “democratización de la justicia”, la realidad es que solo votó el 13% del padrón. Eso no es democracia ni por asomo. Y menos cuando algunos de los candidatos tenían vínculos con el crimen organizado.

Si el objetivo es generar confianza en México para atraer capital e inversión, empezar con jueces a modo no es la mejor señal. La credibilidad del sistema de justicia está en duda. ¿Qué certeza puede tener un inversionista si no sabe si el juez que resolverá un litigio fue electo por la “base dura” del partido en el poder?

Y ojo: la OEA ya lo dijo en su informe preliminar. Este modelo no es recomendable para ningún otro país. Así que, por más que quieran presumirlo, 13 millones de votos no son suficientes si en su narrativa aseguran tener el respaldo de 36 millones. ¿Dónde están entonces?

¿Será que la gente ya no confía tanto? ¿Será que los indicadores económicos reflejan más que los discursos mañaneros? ¿Será que, si hay un problema estructural, también incluye al gobierno del hijo predilecto de Macuspana?

La economía mexicana no solo no está bien: está debilitada. Ni el PACIC 2.0 ni el rimbombante Plan México han servido para revertir la caída. Porque cuando se insiste en que “todo va bien”, nadie diseña planes para arreglar lo que supuestamente no está roto. Y así nos va: con diagnósticos negados y remedios inútiles.

Y más allá del presente, la falta de instituciones sólidas empezará a cobrar factura. La destrucción institucional promovida por la 4T no ha mostrado aún todo su daño, pero ahora es cuando comenzará a hacerse evidente.

Así, así los tiempos estelares del segundo piso, de la transformación de cuarta.

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