La 51ª cumbre del G7, celebrada en Kananaskis, Canadá, finalizó sin un comunicado conjunto en torno al conflicto entre Ucrania y Rusia, lo que dejó entrever diferencias entre los líderes de las principales potencias occidentales. A pesar de dos días de conversaciones, los mandatarios no lograron unificar una postura formal respecto a la guerra en Europa del Este.
El anfitrión del encuentro, el primer ministro canadiense Mark Carney, argumentó que la prioridad del grupo cambió a raíz de los recientes y graves acontecimientos en Medio Oriente. En su intervención ante los medios, Carney explicó que se optó por emitir una declaración centrada en ese tema, dejando fuera un documento específico sobre Ucrania. Aunque calificó los debates como “francos y abiertos”, no logró despejar completamente las dudas sobre la cohesión interna del grupo.
La declaración difundida, redactada por el propio Carney en calidad de presidente del G7, manifestó un claro respaldo a Israel, al tiempo que responsabilizó a Irán por la reciente escalada del conflicto. Asimismo, el texto reafirmó el compromiso del G7 para impedir que Teherán adquiera armas nucleares y exigió un alto al fuego en Gaza como paso necesario hacia una reducción de tensiones.
Respecto a Ucrania, el documento solo incluyó una mención de apoyo a las gestiones del presidente estadounidense Donald Trump para alcanzar un acuerdo de paz. Los líderes reconocieron la voluntad de alto el fuego por parte de Kiev y exigieron reciprocidad por parte de Moscú. No obstante, la ausencia de un documento específico fue notoria, especialmente tras la salida anticipada tanto de Trump como del presidente ucraniano Volodimir Zelensky de la cumbre. El texto también incluyó un llamado a China para frenar prácticas económicas distorsionantes y mantener la estabilidad en la región de Taiwán.