Escuchar
Se firma el contrato. Se compra la solución. Se organiza la junta de arranque. Se despliega la herramienta. Se presume el cambio.
Y seis meses después… nada cambió.
O peor: se gastaron millones para automatizar el caos, digitalizar la desconfianza y amplificar los silos. La pantalla luce nueva, pero la mentalidad sigue en los noventa. El reporte llega más rápido, pero las decisiones siguen bloqueadas por el miedo. El chatbot responde, pero el cliente ya no está.
El 80% de las transformaciones digitales fracasan. Y no por la tecnología. Eso es lo fácil.
Fracasan porque confundimos transformación con implementación. Porque seguimos creyendo que lo digital va primero, cuando en realidad es lo último. Porque diseñamos para procesos ideales y no para personas reales.
El error empieza en la cúpula. En líderes que buscan “cambiar la cultura” como quien instala un plugin. Que anuncian el futuro, pero se aferran al pasado. Que contratan Chief Digital Officers pero nunca se preguntan cómo se siente el equipo al enfrentarse a una nueva interfaz que nadie pidió, que nadie explicó, que nadie acompañó.
RH no es un invitado opcional en este viaje. Es el copiloto. Es quien puede traducir la estrategia tecnológica en narrativa emocional. Sin su presencia desde el día cero, el cambio es solo una ilusión bien financiada.
¿Quieres transformar en serio? Entonces incomoda. Escucha lo que no quieres oír. Pregunta quién tiene miedo. Reconoce que el sistema emocional de una organización es tan complejo como su arquitectura de TI. Y que sin un lenguaje común entre sistemas y seres humanos, todo colapsa.
He liderado proyectos que funcionaron y otros que dolieron. Y aprendí que la madurez digital no se mide por cuántas licencias pagaste, sino por cuánta resistencia fuiste capaz de integrar con empatía.
Transformar no es instalar software. Es reescribir la historia que una empresa se cuenta a sí misma.
Y eso, querido lector, no lo haces con un roadmap. Lo haces con coraje. ¿Qué historia se está contando tu empresa hoy?