La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) cerró oficialmente sus puertas este martes por mandato del presidente Donald Trump, lo que supone un golpe significativo a los programas de ayuda exterior que desde 1961 han brindado apoyo humanitario, sanitario y educativo a millones de personas en todo el mundo. El desmantelamiento de esta institución ha generado preocupación por las posibles consecuencias humanitarias a gran escala.
Fundada por el presidente John F. Kennedy durante la Guerra Fría, la USAID representaba un esfuerzo estratégico por extender los valores democráticos a través de la cooperación internacional. Sin embargo, bajo la gestión del secretario de Estado Marco Rubio, se recortó el 85 % de sus programas y fue absorbida por el Departamento de Estado, eliminando su autonomía y alcance global. Rubio calificó a la USAID como “un modelo caritativo obsoleto” y cuestionó que países beneficiarios no apoyaran a EE.UU. en foros como la ONU.
A pesar de las justificaciones del gobierno, exmandatarios como George W. Bush y Barack Obama criticaron duramente la medida. Bush recordó el éxito del programa PEPFAR contra el sida, y Obama consideró el cierre un «error histórico». Un estudio publicado por The Lancet proyecta que más de 14 millones de personas podrían morir para 2030 por falta de acceso a ayuda, muchas de ellas niños pequeños.
El impacto ya es tangible: organizaciones como el Comité Internacional de Rescate han reportado que cientos de miles de refugiados sudaneses y afganos han perdido acceso a servicios básicos como educación y salud. Su vicepresidente, Bob Kitchen, advirtió que el cierre no solo intensificará crisis humanitarias, sino que también provocará mayores flujos migratorios, especialmente desde zonas de conflicto como África y Medio Oriente.