Donald Trump ha anunciado la imposición de nuevos aranceles a productos provenientes de siete países, reavivando las preocupaciones sobre una escalada en las tensiones comerciales a nivel global. Esta medida, que el expresidente justifica como necesaria para proteger la industria estadounidense, envía una señal clara sobre la dirección que podría tomar la política comercial si regresa a la Casa Blanca. Sin embargo, en esta ocasión, Trump ha evitado incluir a algunos de los grandes socios comerciales de Estados Unidos en la lista inicial.
La decisión de aplicar estos aranceles, aunque selectiva, genera incertidumbre en los mercados internacionales. La experiencia previa con políticas proteccionistas ha demostrado su capacidad para alterar las cadenas de suministro, aumentar los costos para las empresas y, en última instancia, trasladar esos incrementos a los consumidores. La amenaza de una guerra comercial sigue siendo un factor de riesgo para la estabilidad económica mundial, especialmente en un momento de fragilidad inflacionaria.
La exclusión de socios comerciales importantes en esta primera fase podría ser una estrategia para modular el impacto o para concentrar la presión en países específicos. No obstante, la declaración de Trump subraya su postura firme en el uso de los aranceles como herramienta de política exterior y económica. El desarrollo de estas medidas será monitoreado de cerca por los gobiernos y las empresas a nivel global, ya que podrían sentar un precedente para futuras acciones proteccionistas y remodelar el panorama del comercio internacional.