México es uno de los principales productores y exportadores de jitomate en el mundo, y su cultivo representa un sector estratégico en varias regiones del país. De acuerdo con datos oficiales, Sinaloa lidera la producción nacional con una participación de más del 22% del total, gracias a sus sistemas de riego tecnificado y ciclos de producción intensiva.
En segundo lugar se ubica San Luis Potosí, que ha fortalecido su posicionamiento en el mercado interno mediante inversiones en infraestructura agrícola y tecnificación, seguido por Michoacán, que diversifica su producción con jitomate en invernadero. Otros estados relevantes incluyen Baja California, Jalisco y Zacatecas.
El jitomate es uno de los productos hortícolas más importantes del país, no solo por su volumen, sino por su peso en la balanza agroalimentaria: genera miles de empleos directos y es una de las principales hortalizas de exportación, particularmente hacia Estados Unidos y Canadá.
A pesar de su éxito económico, el cultivo de jitomate enfrenta desafíos como el uso intensivo de agua, condiciones laborales precarias en ciertas regiones, y dependencia de insumos importados. Además, el cambio climático representa una amenaza creciente para la estabilidad de las cosechas. La sostenibilidad del sector requiere políticas públicas que fomenten prácticas agroecológicas, protección laboral y valor agregado nacional.