Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Internacional para la Prevención del Suicidio, una fecha que busca generar conciencia sobre un problema que, aunque creciente, sigue siendo invisibilizado en muchos sectores de la sociedad mexicana. De acuerdo con cifras del Inegi, en 2024 se registraron cerca de 9,000 suicidios en el país, lo que equivale a una tasa de 6.9 por cada 100,000 habitantes. A pesar de estas alarmantes estadísticas, hablar de suicidio aún genera incomodidad y silencio en muchas familias.
La psicóloga Judith Rivera Baños señala que uno de los principales obstáculos para prevenir el suicidio es el estigma que lo rodea. En contextos cotidianos, como los funerales, las causas reales del fallecimiento suelen ocultarse por vergüenza o temor al juicio social. “No se trata de que la persona quisiera morir, sino de una acumulación de factores que no supimos identificar a tiempo”, explica Rivera, destacando que la prevención sería más efectiva si se eliminara el tabú que impide hablar abiertamente sobre salud mental.
La Organización Mundial de la Salud considera el suicidio como un problema de salud pública que requiere atención integral. Sin embargo, en México los programas de prevención no alcanzan a toda la población. Por ejemplo, el IMSS ofrece servicios sólo a sus derechohabientes, excluyendo a muchas personas en condiciones vulnerables. La familia y la escuela, como primeros círculos de contacto, tienen una gran responsabilidad: identificar señales de alarma y canalizar a los afectados a atención especializada. Lamentablemente, la falta de herramientas emocionales, de comunicación y empatía impide actuar a tiempo.
“Recuerda que nunca estas solo”