8 de octubre de 2025
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OPINIÓN

Entre tamboras y realidades

El primer informe de la corcholata mayor fue más mitin que rendición de cuentas. Entre tamboras y discursos, la economía sigue atada a la deuda, Pemex al rescate y México a las promesas.

Coyuntura económica y algo más

Cuando la realidad no alcanza para presumir, siempre queda el recurso de organizar un mitin…

Macraf

El primer informe de gobierno de la corcholata mayor fue, más que un acto republicano, una fiesta de tambora y acarreados. Miles de banderas, lonas con su rostro y títeres gigantes disfrazaron de entusiasmo lo que en realidad fue un intento por reescribir el guion de su primer año de gobierno. Y aunque lo niegue, en política la forma es fondo. Mandar a los personajes incómodos —Adán, Luisa María, Andy, Monreal y compañía— a segunda fila deja claro que intenta despegarse del viejo grupo, aunque no pueda hacerlo del todo. Porque aunque intente mover las piezas, el tablero sigue siendo el mismo… y la sombra del morador de Palenque sigue presente en cada jugada.

En el Zócalo, la presidenta presumió lo de siempre: el “rescate” de Pemex, el lanzamiento del Plan México, los programas sociales, la estabilidad del peso y el supuesto crecimiento económico. Nada nuevo, pero sí muy ruidoso.

El Plan de rescate de Pemex fue presentado como la gran hazaña. Once puntos, dos ejes, una década de promesas. Pero detrás del discurso, la realidad sigue siendo la misma: Pemex es la petrolera más endeudada del mundo. El gobierno puede adornarlo con planes estratégicos, pero ningún esquema financiero corrige una estructura productiva ineficiente ni una deuda que supera los 110 mil millones de dólares. Insisten en hablar de soberanía energética cuando lo que se ha perdido es la soberanía financiera.

Después vino el Plan México, esa “estrategia” conjunta con la iniciativa privada que promete colocar al país entre las diez economías más grandes del mundo, mantener la inversión por arriba del 25% del PIB y crear 1.5 millones de empleos. Todo muy ambicioso, aunque sin decir cómo se logrará con una economía que apenas crece 1.2% anual y que ya muestra señales de agotamiento en inversión, consumo y mercado laboral. Si el crecimiento se sostiene con deuda y gasto público, no es desarrollo, es dependencia.

La presidenta presumió también la supuesta salida de 13.5 millones de personas de la pobreza, aunque evitó aclarar que ese avance proviene del incremento en transferencias sociales y remesas, no de una mejora en productividad ni de empleos formales mejor pagados. Lo que hay es una redistribución del gasto público, no una redistribución del ingreso real.

Entre tamboras, aplausos y porras, reiteró que “en México solo manda el pueblo” y que quien robe o traicione “enfrentará la justicia”. Un mensaje que sonó más a advertencia que a compromiso institucional, sobre todo viniendo de un gobierno donde los escándalos de corrupción —desde Alimentación para el Bienestar hasta los contratos fantasma en los estados— se acumulan sin castigo.

También habló de soberanía, de prohibir la intromisión extranjera y de acuerdos con Estados Unidos en materia arancelaria. Pero mientras repite el discurso de independencia, la economía mexicana sigue atada a las decisiones de Washington, a la volatilidad del dólar y al T-MEC, cuya renegociación se aproxima entre incertidumbre y desconfianza.

El informe, en suma, fue más mitin que balance, más culto al pasado que visión de futuro. Y aunque intentó mostrar un gobierno sólido, la verdad es que su administración sigue caminando sobre la narrativa heredada del tabasqueño. Porque el país no se mide por cuántas becas se reparten o cuántos trenes se anuncian, sino por la capacidad de generar desarrollo sostenible. Y en eso, seguimos igual: creciendo poco, dependiendo mucho y prometiendo siempre.

Así, así los tiempos estelares del segundo piso, de la transformación de cuarta.

✒️ El apunte incómodo | Segunda fila, primera señal

En política no existen los “asientos sin intención”. En el templete del informe, los rostros de la incomodidad se acomodaron discretamente en la segunda fila: Adán, Luisa María, Andy y Monreal, todos en silencio, todos sin cámara. No fue casualidad. Fue mensaje.

La moradora de Palacio intentó marcar distancia, enviando a los “incómodos” del momento al fondo del cuadro. Pero el gesto la traiciona: quien necesita alejarse en público, es porque no puede hacerlo en privado. En su intento por mostrarse fuerte, terminó exhibiendo que su fuerza depende de no incomodar al círculo original.

Quizá el informe no solo habló de logros, sino de jerarquías. Porque, al final, la transformación de cuarta también tiene castas… y la segunda fila es el nuevo purgatorio político.

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