Italia comenzó soñando bajo la lluvia en Milán con un gol tempranero, pero la ilusión duró poco. Noruega ajustó líneas, presionó alto y en la segunda mitad impuso su ritmo. El empate de Nusa fue el golpe psicológico que descompuso al conjunto italiano, incapaz de sostener la ventaja que había alimentado el estadio.
Entonces llegó Haaland. Primero, una volea imposible para Donnarumma. Un minuto después, un desmarque quirúrgico para firmar el 3-1. El Androide convirtió un partido tenso en un trámite y extendió su racha goleadora a once encuentros consecutivos con su selección.
Larsen cerró el 4-1 ante un San Siro resignado. Italia, por tercera vez consecutiva, no logra la clasificación directa y deberá jugar un repechaje que trae recuerdos dolorosos. El contraste con Noruega es brutal: vuelve al Mundial después de casi tres décadas, impulsada por una generación joven que por fin encontró equilibrio y contundencia.
La derrota deja preguntas sobre el proyecto italiano, mientras Noruega celebra la consolidación de su figura más determinante en décadas.







