Haití rompió medio siglo de ausencia en la Copa del Mundo al vencer 2-0 a Nicaragua y asegurar su boleto al torneo de 2026. La hazaña deportiva contrasta profundamente con la situación del país, atrapado en violencia y crisis institucional. El equipo ha jugado sus partidos como local en Curazao, a 800 kilómetros de casa, y su entrenador, Sébastien Migné, lleva 18 meses al frente sin haber podido pisar territorio haitiano.
El triunfo fue suficiente para superar a Honduras por diferencia de puntos, mientras la victoria desató celebraciones a pesar del exilio deportivo forzado. Haití solo había estado en un Mundial una vez —en 1974— y ahora enfrenta el reto de mejorar su antiguo registro de derrotas abultadas. Aun así, el logro destaca por su resiliencia: futbolistas que entrenan lejos de su país, aficionados que siguen los juegos desde el exterior y un cuerpo técnico que trabaja bajo condiciones inusuales.
La clasificación simboliza una victoria emocional en medio de un contexto social que parece no dar tregua. El Mundial ofrecerá al país una vitrina deportiva donde mostrar talento y dignidad, aún bajo las condiciones más adversas.







