Alemania, la mayor economía de la Eurozona, experimentó un aumento dramático en las bancarrotas corporativas en 2025, alcanzando el nivel más alto registrado en la última década. Este incremento marca la culminación de un ciclo de presiones financieras que comenzaron durante la pandemia y se vieron exacerbadas por la crisis energética y la inflación persistente.
El fenómeno afecta particularmente a los sectores intensivos en energía y a las pequeñas y medianas empresas (PYMES), consideradas la columna vertebral de la economía alemana (Mittelstand). Las empresas han luchado por absorber el aumento de los costos de producción y las tasas de interés elevadas impuestas por el Banco Central Europeo (BCE), lo que ha encarecido drásticamente el crédito y la refinanciación de la deuda.
Desde una perspectiva crítica, el incremento en las quiebras es un efecto directo de la política monetaria restrictiva del BCE, que busca enfriar la economía para combatir la inflación. Aunque estas bancarrotas son, en parte, una corrección natural tras años de apoyo estatal post-pandemia, el ritmo y la magnitud del aumento generan alarma sobre la salud general del tejido empresarial alemán.
El riesgo es que la ola de insolvencias mine la confianza de los inversores y contribuya a una desaceleración económica más profunda y prolongada. El gobierno alemán está bajo presión para aliviar la carga regulatoria y fiscal sobre las PYMES, buscando mecanismos que permitan una reestructuración de la deuda más rápida para empresas viables.



