El Banco de Pagos Internacionales (BPI) ha encendido una señal de alarma sobre los mercados financieros globales al advertir sobre una posible burbuja especulativa simultánea en los precios del oro y de las acciones. Según su informe de cierre de año, se trata de un fenómeno sin precedentes en al menos cinco décadas, marcado por un comportamiento “explosivo” conjunto entre el oro y el índice S&P 500, indicador de referencia de la bolsa estadounidense.
El precio del oro ha escalado 60% en lo que va del año, el mayor avance desde 1979, y acumula un incremento superior al 150% desde 2022. Este salto coincide con un auge bursátil impulsado por la tecnología y los beneficios derivados de la inteligencia artificial. El BPI destaca que, a diferencia de su papel tradicional como refugio en tiempos de incertidumbre, el oro ha adquirido un perfil más especulativo, atrayendo tanto a bancos centrales como a inversionistas minoristas, estos últimos comprando ETFs con sobreprecio frente a su valor neto.
La simultaneidad de este repunte despierta inquietudes: si ambos activos llegaran a desplomarse, ¿a dónde podrían refugiarse los inversionistas? La pregunta cobra especial relevancia para bancos centrales y gestores de reservas, muchos de los cuales han incrementado su exposición a lingotes en los últimos años.
El BPI también llamó la atención sobre la creciente fragilidad del entorno de riesgo global, no sólo por las elevadas valoraciones en torno a la inteligencia artificial, sino también por las fuertes correcciones en criptomonedas como el bitcóin, que ha caído 20% recientemente. Las preocupaciones de otros actores, como el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra, sobre una posible burbuja tecnológica alimentan este escenario volátil.
A pesar de este contexto, el asesor económico del BPI, Hyun Song Shin, destaca que la economía global ha mostrado una “sorprendente resistencia” hasta ahora. Sin embargo, el verdadero reto será sostener esta dinámica si las expectativas de crecimiento y rentabilidad —especialmente en sectores tecnológicos— no se materializan. En ese escenario, el riesgo de un ajuste brusco y sincronizado podría traducirse en un golpe severo para los mercados financieros internacionales.



