Portugal vivió una jornada de paralización nacional luego de que trabajadores de distintos sectores se sumaran a una huelga general en rechazo a la reforma laboral propuesta por el gobierno. Sindicatos y colectivos laborales afirmaron que los cambios planteados precarizan el empleo y reducen derechos adquiridos, lo que motivó una movilización masiva en las principales ciudades del país.
El transporte público fue uno de los sectores más afectados: trenes, autobuses y servicios urbanos operaron con severas limitaciones, complicando el desplazamiento de miles de personas. Asimismo, numerosas escuelas cerraron sus puertas por falta de personal, mientras que oficinas gubernamentales y hospitales reportaron interrupciones parciales.
Los sindicatos sostienen que la reforma recorta protecciones y facilita despidos sin garantías suficientes. Aseguran que el gobierno no ha atendido sus demandas de diálogo y que la huelga busca presionar para modificar o retirar el proyecto. La administración, por su parte, argumenta que los cambios son necesarios para modernizar el mercado laboral y mejorar la competitividad económica del país.
Las manifestaciones se desarrollaron mayormente de forma pacífica, aunque en algunos puntos se registraron bloqueos y tensiones aisladas. Analistas advierten que el conflicto podría prolongarse si no se alcanza un acuerdo, mientras el gobierno evalúa nuevas reuniones con los dirigentes sindicales para intentar destrabar la situación.



