El 27 de junio pasado, CNN moderó y transmitió el primer debate presidencial entre los precandidatos a la presidencia de Estados Unidos, el demócrata, Joe Biden, de 81 años, y el republicano, Donald Trump, de 78.
No es secreto que, públicamente, soy fan de Joe Biden, más como persona, que como político, pero hasta yo acepto que el Presidente Biden dejó mucho que desear. Se le vio titubeante, incapaz de terminar las ideas y en momentos, ausente. Achacaron su mal desempeño a una agenda de trabajo intensa las dos semanas anteriores al debate. Si, Biden estuvo en once husos horarios diferentes los quince días previos, pero aun así, el debate fue un desastre.
A partir de ese día, varias voces empezaron a exigir la renuncia de Joe Biden a la candidatura presidencial del Partido demócrata. Biden resistió y se sometió al escrutinio público en entrevistas y actos públicos de campaña. Su desempeño mejoró y públicamente Biden declaró que no dejaría la carrera presidencial y continuó trabajando.
El 13 de julio, durante un acto de campaña en Butler, Pensilvania, el precandidato Trump, sufrió un atentado: una bala rozó la parte superior de su oreja derecha. Dos días después, comenzó la Convención republicana, en donde Trump aceptó la candidatura de su Partido y eligió a J.D. Vance como su vicepresidente. Quedó al descubierto la visión pesimista, populista, nacionalista y autoritaria que enarbola el candidato y que apoya su base.
El 18 de julio, tras un acto de campaña en Las Vegas, Nevada, Biden dio positivo a Covid. Su equipo hizo público el diagnóstico de manera inmediata y el Presidente fue a Wilmington, Delaware a convalecer. No faltaron los conspiracionistas que solo buscan engañar y confundir, presentando historias inimaginables de traición y tragedia. Ninguna de sus teorías fue cierta: Biden tuvo Covid, estuvo aislado en su casa y siguió trabajando como presidente de los Estados Unidos de América.
Sorpresivamente, el domingo 21, Joseph Robinette Biden, anunció que dejaría la carrera a la presidencia. Veinte minutos después, al través de sus redes sociales, el Presidente públicamente endorsó a su Vicepresidenta, Kamala Harris, como candidato de su Partido.
Al día siguiente, Harris viajó a Wilmington, ahora su casa de campaña y de ahí, ha sido impresionante la cohesión de los demócratas en torno a su precandidata. De Obama a los sindicatos de trabajadores de automóviles, Harris ha sido endorsada tanto por los moderados como los progresistas de su Partido.
La primera decisión importante que Harris tuvo que tomar, fue la elección de su segundo de abordo. A pesar de que el un primer momento, se incluyó a una mujer, la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, a la terna vicepresidencial, al final quedaron tres candidatos varones: Tim Walz, gobernador de Minnesota; Josh Shapiro, gobernador de Pennsylvania, y Mark Kelly, Senador por Arizona.
El martes 6 de agosto, Kamala Harris presentó en Pennsylvania a su compañero de fórmula: el Gobernador Tim Walz, veterano de la Guardia Nacional, profesor de geografía, querido entrenador de futbol, excongresista y esposo y padre de dos hijos.
Arrancando con su presentación en Philadelphia, Harris y Walz, han realizado varios actos de campaña multitudinarios en destinos estados. La ola demócrata se percibe como optimista, institucional, incluyente, agradecida y respetuosa del estado de Derecho.
Falta que en Chicago, durante la Convención Demócrata, se nomine oficialmente a Harris y a Walz como la mancuerna que se enfrentará a Trump y a Vance.
Por cierto, una hora antes de anunciar su retiro como candidato a la presidencia, ese mismo domingo, Biden cerró el trato con Rusia para el intercambio de 24 prisioneros, el mayor desde la Guerra Fría. El mundo recibió la noticia el 1º de agosto, cuando Biden se presentó en la Casa Blanca con las familias de los prisioneros americanos que ya venían camino a casa.
