Las relaciones comerciales entre México, Canadá y Estados Unidos atraviesan un momento de alta tensión, luego de que el presidente Donald Trump impusiera aranceles del 25% al acero y aluminio provenientes de sus dos socios comerciales. Esta decisión ha generado reacciones inmediatas, especialmente en sectores clave como la automotriz, energía y alimentos, que son fundamentales tanto para la economía estadounidense como para la de sus vecinos.
En Canadá, el gobierno está evaluando un paquete de medidas arancelarias que podrían afectar áreas estratégicas, como la electricidad, el petróleo y el gas, recursos esenciales para la economía estadounidense. Además, productos clave como el uranio y la potasa podrían ser utilizados como herramientas de presión. El primer ministro de Ontario, Doug Ford, ha dejado claro que tomará medidas drásticas si su provincia resulta perjudicada, incluyendo cortar el suministro de energía a Estados Unidos y otras acciones en el comercio de productos esenciales.
El sector automotriz, que representa una gran parte del comercio entre estos países, también se ve gravemente afectado. Fabricantes de automóviles como General Motors, Ford y Stellantis ya han expresado su preocupación, ya que los aranceles elevarían los costos de producción y dificultarían la inversión en nuevas contrataciones y expansión. Los expertos alertan sobre las consecuencias que esto tendría en el precio final de los vehículos, lo que podría afectar tanto a las empresas como a los consumidores.
Con un panorama incierto, Canadá y México se preparan para responder a las políticas comerciales de Estados Unidos, mientras las empresas advierten sobre las repercusiones económicas de estas tensiones. El impacto de los aranceles no solo se limita a estos países, sino que también podría tener efectos negativos en el empleo y la competitividad dentro de la economía estadounidense.