OPINIÓN

¡Papa Francisco: gracias y hasta pronto!

El Papa Francisco habló lo mismo del medio ambiente, que de la santidad, por igual del poder que del servicio, del drama de los migrantes que de las amenazas de la guerra y sus efectos destructores...

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Signo de contradicción y desdicha para muchos, el Papa Francisco se despidió del mundo este lunes, justo después de abrir la fiesta más importante de los cristianos, la Pascua.

Qyuzá porque su vida fue una eterna Pascua, marcada por un frenético ritmo y un impulso renovado de salir y encontrar los rincones del mundo.

Su pontificado estuvo llenos de gestos. Nunca supo seguir órdenes, tal vez porque siempre estuvo en él, el Espíritu que “sopla donde quiere”. Un papa incómodo por lo plural y abierto, una calamidad para los tradicionalistas que se empeñaban en mantener las puertas cerradas, no sé si para no dejar salir los demonios o para no permitir entrar a los ángeles.

El Papa Francisco habló lo mismo del medio ambiente, que de la santidad, por igual del poder que del servicio, del drama de los migrantes que de las amenazas de la guerra y sus efectos destructores que no se curan rápidamente.

Fue una figura que atraía, tanto por su sencillez como por su alegría, tanto por su terqedaad como por su empeño. Francisco, en su humanidad, fue el papa de los descartados, de los que no valen nada a los ojos del mundo, de los criticados, de los crucificados, fue el Papa de la Casa Común, de los migrantes, de aquellos que nunca pensaron ser parte de un todo mayor, de los que no creían y de los que no sabían nada ni de la iglesia ni de los papas pero se sintieron mirados por primer< vez y ahí, un amor supremo los primereó.

Fue un papa que no se calló ni pactó, conocedor absoluto de la calle y sus aconteceres, caminó con su Pueblo y cundo éste no pudo seguir caminando, él lo hizo solo, bajo la lluvia, entre las piedras de San Pedro.

Un hombre terco, fuerte, incansable, apasionado, valiente, sensible. Un hombre solo, criticado por hordas voraces y alabado por ovejas perdidas. Francisco, un hombre, un jesuita, un arzobispo, un obispo, el de Roma. Nada más y nada menos.

En sus noches frías y lluviosas, en sus montañas áridas y cuesta arriba, en sus atardeceres calurosos y naranjas, querido Francisco, tu corazón estallaba de amor y ahí algunas gotas se desparramaron hacia fuera, como tu siempre quisiste, y nos tocaron para siempre.

Unos encontrarán alegría por su muerte, otros lloraremos en parte por dolor pero sobre todo, por haber tenido un papa tan maravilloso como Francisco. Porque pocas veces se vive una Iglesia tan viva y tan fresca, porque pocas veces es posible agradecer más que quejarse, porque pocas veces ha habido un papa como Francisco. Sin embargo, albergamos la esperanza de que Dios siempre sabe más y querrá volver a regalarnos un papa para los signos de los tiempos.

¿Qué nos toca? Como cristianos y como personas, nos toca seguir, no sé si por tu mismo camino porque cada quien tiene el suyo, pero sí, al menos, como tu: con los brazos abiertos y en señal de acogida, con el corazón desbordante, con carácter y empeño, con firmeza y determinación, porque tu mejor legado será que tu sigas presente en cada uno. Porque más allá del tiempo y de estos doce años que caminaste con nosotros, eres amigo y los amigos, ¡viven siempre!

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