El 115 aniversario del nacimiento de Vladimir Kaspé fue conmemorado en una mesa redonda celebrada en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). Este evento reunió a destacados especialistas, como la investigadora Louise Noelle, el arquitecto Homero Hernández y la arquitecta Rocío Martínez, quienes reflexionaron sobre la profunda búsqueda de belleza que caracterizó la obra del arquitecto ruso-mexicano.
Kaspé, nacido en 1910 en Manchuria, fue un hombre cuya pasión por el arte trascendió su trabajo como arquitecto. De acuerdo con Martínez, su primer maestro fue su propio padre, quien le inculcó el amor por la belleza. En su formación, Kaspé también se formó en la Escuela de Bellas Artes de París, donde adoptó un enfoque bohemio que influyó notablemente en su visión de la arquitectura. A lo largo de su carrera, el arquitecto destacó por integrar lo clásico con lo moderno, creando una arquitectura que, sin renegar del pasado, se proyectaba hacia el futuro.
Durante la mesa redonda, Hernández recordó que Kaspé fue más que un arquitecto: fue también un gran dibujante, músico y escritor. Se le reconoció por su generosidad y su capacidad para enseñar y aprender de las nuevas generaciones. Entre sus obras más emblemáticas en la Ciudad de México se encuentran la Escuela Albert Einstein, el Edificio Franco Mexicano y el Centro Deportivo Israelita, espacios que siguen dejando huella en la ciudad.
Por su parte, Louise Noelle destacó la calidad de la obra de Kaspé, resaltando su uso de materiales duraderos y su enfoque atemporal. La mesa redonda sirvió no solo para rememorar su legado, sino también para invitar a los jóvenes arquitectos a visitar sus edificios, que continúan siendo una fuente de inspiración. Este tipo de actividades, como subrayó la arquitecta Dolores Martínez del INBAL, permite mantener vivo el recuerdo de figuras clave como Kaspé, cuyas obras siguen marcando la memoria colectiva de la Ciudad de México.