La inflación en Japón ha mostrado una aceleración inesperada en mayo, alcanzando el 3.7% interanual. Este incremento en el coste de vida, que supera el 3.5% registrado en abril, se debe principalmente al encarecimiento de diversos alimentos, la electricidad y el gas, según datos oficiales publicados este viernes. Este escenario económico representa un desafío considerable para el gobernante Partido Liberal Democrático del primer ministro Shigeru Ishiba, quien se enfrenta a elecciones a la Cámara Alta el próximo mes y cuya tasa de popularidad se encuentra en su punto más bajo desde que asumió el cargo en octubre.
Uno de los elementos más preocupantes en este panorama inflacionario es el precio del arroz, un ingrediente fundamental en la dieta japonesa. En mayo, el costo de este cereal se disparó un 101% en comparación con el año anterior, a pesar de que el gobierno comenzó a liberar sus reservas estratégicas de arroz en febrero para intentar contener los precios. Este aumento tan drástico en un producto básico subraya la presión que sienten los hogares japoneses.
En respuesta a la situación, el primer ministro Ishiba prometió otorgar 20,000 yenes (aproximadamente 139 dólares) a cada ciudadano, como una medida de apoyo para mitigar el impacto de la inflación en las familias. No obstante, la decisión del Banco de Japón esta semana de no subir los tipos de interés, una herramienta convencional para frenar la inflación, ha sorprendido a algunos observadores, indicando una postura cautelosa ante el actual entorno económico.
Este incremento inesperado en el índice de precios al consumo pone de manifiesto la complejidad de la situación económica en Japón. La combinación de una inflación persistente, impulsada por los precios de los alimentos y la energía, junto con la política monetaria del Banco de Japón, crea un contexto desafiante que será clave en el desempeño del gobierno en las próximas elecciones y en la estabilidad económica del país a mediano plazo.