La expectativa de una disminución automática de la inflación en México, impulsada por una supuesta debilidad económica, es «poco realista». Así lo ha advertido Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México (Banxico), subrayando que una recesión lo suficientemente profunda como para deprimir la demanda agregada y, con ello, los precios, aún no se ha materializado. Esta postura crítica llega en un momento donde la inflación subyacente ha mostrado una tendencia al alza por tercer mes consecutivo, alcanzando una variación anual del 4.24% en junio.
La visión de Heath contrasta con la reciente decisión mayoritaria de Banxico de implementar un cuarto recorte consecutivo de 50 puntos base en la tasa de interés. El subgobernador había expresado previamente su oposición a estas reducciones, argumentando que el margen para nuevas calibraciones de política monetaria se había agotado. La trayectoria ascendente de la inflación subyacente desde mediados de marzo enciende las alertas, sugiriendo que las presiones inflacionarias son más persistentes de lo que se podría asumir.
Aunque factores externos podrían ofrecer cierto alivio, la fortaleza de las presiones inflacionarias internas sigue siendo una preocupación primordial. Esta situación plantea un desafío complejo para Banxico, que debe equilibrar la necesidad de apoyar el crecimiento económico con su mandato principal de mantener la estabilidad de precios. La velocidad y la dureza con la que la inflación ha evolucionado hacen poco probable una relajación temprana en la vigilancia del banco central sobre los precios.