Durante su encuentro en Turnberry, Escocia, con el primer ministro británico Keir Starmer, el presidente Donald Trump admitió por primera vez que en la Franja de Gaza “hay una hambruna real” y reveló que Estados Unidos financiará la instalación de cuatro centros de distribución de alimentos “sin límites ni vallas” para facilitar el acceso a la población civil. Aseguró que trabajará “junto a muy buenos socios” —incluida Gran Bretaña y otros países europeos— para canalizar recursos y supervisar su entrega.
Trump detalló que EE UU destinará una contribución de 60 millones de dólares para esta iniciativa, subrayando que “hemos enviado mucha comida y dinero”, pero que “no se puede fingir” la escasez que muestran las imágenes de niños hambrientos en televisión. Criticó a Hamás por desviar parte de la ayuda, pero insistió en que “Israel tiene mucha responsabilidad y puede hacer mucho” para agilizar la entrada de víveres y suministros médicos.
El anuncio responde al clamor de organismos internacionales: la ONU y numerosas ONG han alertado del colapso de servicios básicos y del aumento de la desnutrición, con al menos 147 víctimas por inanición, incluidos 88 menores, según cifras revisadas esta semana. Pese a recientes aperturas de pasos fronterizos, el flujo de ayuda sigue siendo “insuficiente y tardado”, según António Guterres, secretario general de la ONU, y diversos reportes humanitarios, lo que ha motivado presiones diplomáticas para un alto al fuego urgente.
Analistas políticos coinciden en que el gesto de Trump busca mejorar la imagen de EE UU en Oriente Próximo y contrarrestar las críticas por su respaldo previo a las operaciones militares israelíes. Señalan que el anuncio de los centros y la financiación podría servir también para empujar negociaciones paralelas hacia un cese temporal de hostilidades, mientras las potencias discuten vías de paz y se evalúan sanciones contra actores que obstaculicen el acceso humanitario.