El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) se enfrenta a su primera revisión programada en 2026 en un contexto de alta tensión geopolítica, con la sombra constante de nuevas políticas arancelarias por parte del gobierno estadounidense. Ante el Senado, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, se mostró con un «optimismo razonable», asegurando que el acuerdo «va a permanecer» y que México está «en mejor posición» que otros socios comerciales de Washington.
El T-MEC, que ampara más del 80% de las exportaciones mexicanas, ha sido vital para el país, impulsando la integración productiva regional y consolidando las ganancias comerciales del antiguo TLCAN. Sin embargo, su supervivencia no está exenta de costos y críticas.
Desde una perspectiva económica, la dependencia del mercado norteamericano ha elevado la relación entre el comercio exterior y el PIB a más del 85%, pero ha generado crecimiento desigual y ha mantenido el crecimiento económico general por debajo de las expectativas originales. El principal reto actual es la presión constante de Estados Unidos para imponer medidas unilaterales, como los aranceles recientes a sectores clave como el automotriz.
Para México, la permanencia del T-MEC es crucial en su estrategia de nearshoring y representa la única certidumbre ante un panorama global de creciente proteccionismo. La postura oficial para la revisión será proteger el libre comercio y resolver controversias pendientes, como las reglas de origen. El Gobierno confía en que la estrategia diplomática logre sortear las amenazas arancelarias, asegurando que el tratado siga siendo un motor de nuevas oportunidades, incluso en sectores con baja exportación actual, como el farmacéutico.