Los equipos de diplomacia económica de Brasil y Estados Unidos han sostenido una nueva ronda de reuniones de alto nivel en un intento por desactivar la creciente crisis arancelaria impuesta por la administración estadounidense. Las conversaciones se centran en el impacto de los aranceles punitivos del 50% impuestos a las importaciones de acero y aluminio brasileños, un golpe que ha afectado gravemente a la industria exportadora de Brasil.
El objetivo de Brasilia es doble: primero, obtener una exención permanente de los aranceles, argumentando que su metalurgia no representa una amenaza para la seguridad nacional estadounidense. Segundo, utilizar el diálogo para impulsar la diversificación comercial y mitigar el riesgo de dependencia excesiva de un solo socio, en un contexto de políticas proteccionistas.
Críticamente, el conflicto subraya la inestabilidad que la política comercial de EE. UU. ha inyectado en las relaciones con sus aliados y socios clave en Latinoamérica. El sector siderúrgico brasileño, que ha visto reducida su competitividad en el mercado estadounidense, presiona al gobierno para que la diplomacia económica logre un acuerdo que restablezca los flujos comerciales normales y garantice la certidumbre para la inversión.
La urgencia del diálogo refleja la amenaza real de una escalada de la guerra comercial, donde la imposición de tarifas más amplias podría socavar el crecimiento del PIB brasileño y dificultar la lucha contra la inflación, ya que los costos de producción y las cadenas de suministro podrían verse perturbados. La expectativa del mercado es que las negociaciones conduzcan a un compromiso que ponga fin a la incertidumbre.







