El panorama del ahorro para el retiro en México enfrenta obstáculos estructurales que amenazan la sostenibilidad financiera de millones de personas en el largo plazo. De acuerdo con el estudio “¿Cómo vamos con el ahorro para el retiro?”, elaborado por el think-tank México, ¿Cómo vamos? en conjunto con la gestora global Vanguard, apenas el 40% de los mexicanos cuenta con una cuenta en una Administradora de Fondos para el Retiro (Afore).
Aunque la inclusión financiera ha crecido en la última década —pasando de 50% a 66.4% de personas que ahorran— la mayoría lo hace por vías informales. Solo uno de cada tres mexicanos utiliza un instrumento financiero formal, lo que evidencia una desconfianza persistente hacia el sistema financiero y una baja comprensión de los productos de inversión disponibles.
Los principales factores que frenan el acceso a una Afore son la elevada informalidad laboral y la baja participación de las mujeres en el mercado laboral. Tener un empleo formal es prácticamente una condición necesaria para acceder a una cuenta de retiro: el 87% de quienes tienen empleo formal poseen una Afore, mientras que solo el 34% de los trabajadores informales reporta tener una.
Además, la brecha de género es evidente. Solo el 34.2% de las mujeres tiene una cuenta de ahorro para el retiro frente al 51.4% de los hombres. Esta diferencia obedece a múltiples causas, entre ellas el inicio tardío en la vida laboral, menores niveles educativos, interrupciones de carrera por maternidad y una participación laboral menos constante.
Otro problema es la baja capacidad de aportación voluntaria. Apenas el 2.7% de los hombres y el 2.5% de las mujeres destinan recursos adicionales a su cuenta de Afore. Esto refleja una cultura financiera enfocada en el corto plazo: la mayoría del ahorro se destina a emergencias, consumo inmediato o gastos imprevistos.
México, ¿Cómo vamos? identifica cuatro grandes barreras que dificultan el ahorro para el retiro: el miedo al riesgo financiero, la insuficiencia de ingresos, el desconocimiento de los productos de inversión, y la desconfianza hacia el sistema bancario, que solo inspira confianza al 37% de la población, según la Encuesta Nacional sobre Salud Financiera.
La situación se agrava si se consideran los ingresos laborales. En promedio, el salario por hora en el sector formal es 43.7% mayor que en el informal. Además, más de la mitad de los informales gana hasta un salario mínimo, frente al 23.3% en el sector formal, lo que reduce aún más su capacidad de ahorro.
Ante este escenario, el estudio propone vincular trámites gubernamentales con la apertura de cuentas Afore, ofrecer incentivos para la aportación voluntaria, impulsar la educación financiera y facilitar el uso de plataformas digitales para fortalecer el ahorro formal.
La informalidad, lejos de ser un problema aislado, es una amenaza directa al bienestar económico de largo plazo. Sin acciones decididas, las nuevas generaciones enfrentarán una vejez sin recursos y sin garantías.



