Cecilia González Michalak
Bunny es un libro curioso y extraño. Desde el principio, el lector es recibido a un mundo en el que no es bienvenido, generando una situación de incomodidad en la que no se puede definir el porqué. La historia sigue los pasos de Samantha Heather Mackey, una estudiante becada que está estudiando una maestría en escritura creativa en la Universidad Warren de Nueva Inglaterra. A ella le gustan las historias de ficción que tienen un tono psicológico oscuro, fruto de su vida, de su soledad, y de su imaginación incontrolable.
Dentro de los cursos, sólo tiene otras cuatro compañeras: un grupo inseparable de chicas que se llaman entre sí “bunny” o “conejita”. Samantha, desesperada por la melosa interacción de sus colegas, ni siquiera se ha tomado la molestia de aprenderse sus nombres. Ella las llama Cupcake –a la aniñada–, Muñeca espeluznante –a la gótica–, Viñeta –a la de estilo retro como película de los años 30– y La Duquesa – a la abeja reina–. Las ve como las típicas niñas populares y adineradas que no tienen nada que aportar y con las que no tiene nada en común.
Samantha sólo coincide con las conejitas en clase y de vez en cuando en algún evento obligatorio de la facultad. Su panacea es Ava, su mejor amiga, una mujer libre e impulsiva que viste como quiere y hace lo que quiere sin importarle la opinión ajena. Ambas salen, comen comida chatarra, beben y critican la vida opulenta y tiesa de las compañeras de maestría de la protagonista.
Estando ya en el semestre de titulación en el que todas tienen que escribir un libro como su tesis, recibe una invitación de las conejitas para tomar el té. Como Ava la impulsa a curiosear, acepta y es recibida con una calurosa cordialidad y empiezan a preguntarle sobre sus intereses e intenciones literarias. Al parecer, todo salió fantástico ya que hasta la invitaron a sus talleres creativos. Atendiendo a su primer workshop, se da cuenta que no necesita papel, lápiz y creatividad, sino que son más útiles un impermeable, un mazo y el estómago suficiente para aguantar explosiones sanguinarias.
La fascinación de ese mundo sacarino y perfecto hacen que Samantha se enfoque más en las conejitas que en Ava, que un día desaparece sin despedirse. Conforme va a los talleres, Samantha desarrolla lo más oscuro de su imaginación a tal grado, que deja de distinguir la realidad de la ficción. Al igual que Alicia cae en una madriguera de conejo para adentrarse en el Mundo de las Maravillas, tanto Samantha como el lector caen en un agujero que lleva a un mundo sin paralelo, lleno de horror y perturbaciones que se conjugan con la necesidad de no estar solo y el poder de la mente.
Ésta es la segunda novela de Mona Awad, y es considerada uno de los mejores libros dentro del género de terror y suspenso. La autora, nacida en Montréal, Canadá, estudió varios posgrados en Inglés en Edimburgo, Rhode Island y Denver. Su primera novela 13 maneras de mirar a una chica gorda, un compendio de historias cortas sobre la lucha de toda una vida de una mujer con problemas de imagen corporal, ganó el premio a la novela debut por parte de Amazon Canadá.
