Cecilia González Michalak
En 2019, la senadora americana Holly Mitchell pasó una propuesta de ley sobre trenzas al Congreso de California. CROWN Act o la Ley CROWN, –acrónimo de Creating a Respectful & Open World with NO RACISM (Creando un mundo abierto y respetuoso SIN RACISMO)–, busca para la discriminación basada en peinados pertenecientes a la identidad afrodescendiente. En Estados Unidos, muchas mujeres afroamericanas pierden oportunidades laborales debido a su cabello. Usar trenzas, rastas, o afros las hace ver poco profesionales a la hora de buscar trabajo, e incluso, ya cuando son contratadas, el escrutinio de los departamentos de Recursos Humanos las obliga a utilizar un look propio para trabajar en la oficina.
En un estudio de Dove (la marca de jabones de Unilever) en alianza con la coalición CROWN, saltaron varias cifras verdaderamente perturbadoras. La primera, es que es 80% más probable que una mujer afroamericana cambie su cabello natural para ajustarse a los estándares sociales y expectativas laborales, y la segunda, es que las mujeres afroamericanas tienen 1.5 veces más probabilidades de que en su trabajo las regresen a casa por su cabello. En resumen, se puede decir que una mujer afroamericana tiene 3.4 veces más probabilidades de tener alguna represalia por su cabello, que una mujer que usa un corte de cabello más “hegemónico”.
Curiosamente, el oprobio de peinados que muestran una fuerte herencia cultural afroamericana es sólo canalizado a mujeres de raza negra. Cuando personas de otras razas que no conocen las tradiciones de trenzado usan este tipo de tocados, a lo mucho son atacadas por apropiación cultural, pero no corren con la misma suerte dentro de lo laboral. Sólo hay que pensar en el clan Kardashian, que muchas veces han cometido blackfishing –término creado por la periodista Wanna Thompson para referirse a personas blancas que pueden broncearse excesivamente la piel y/o usan peinados y tendencias de ropa que han sido pioneras en las mujeres negras–, pero su popularidad y ganancias siguen intactas.
Con la era de Instagram, los tutoriales de YouTube, las pasarelas y los festivales de música popular, las trenzas se han popularizado, pero pese al acceso a la información, mucha gente no ha buscado indagar el origen y significado de este tipo de peinados que se remontan a 30 mil años atrás. Y todo comenzó en África. De hecho, la imagen de trenzado más antigua que se conoce fue descubierta a lo largo del río Nilo, en un antiguo lugar de entierro conocido como Saqqara e incluso, hasta se grabaron trenzas en la parte posterior de la cabeza de la Gran Esfinge de Giza.
Varias tribus en todo el continente de África tienen estilos de trenzado únicos para diferenciar su origen, edad, religión, estado civil, parentesco o estatus económico. En África Occidental, Sudán y el Cuerno de África (Yibuti, Eritrea, Etiopía y Somalia), se usan conchas, vidrio, corales, flores frescas y ramitas, entre otros elementos, para adornar las trenzas y expresar la personalidad de su portador.
Una de las primeras cosas que los traficantes de esclavos hicieron con sus prisioneros era afeitarles la cabeza por “razones sanitarias”, pero la verdadera intención era borrar todo rastro de cultura creando mercancía homogénea y anónima. Se estima que entre 10 millones y 60 millones de personas provenientes de África fueron esclavizadas entre los siglos XV y XIX. Este crecimiento de la esclavitud comenzó después de la llegada a América por parte de los europeos. Necesitaban instalarse y expandirse de manera rápida. En un principio, esclavizaron a los pueblos indígenas americanos pero la legislación española se planteó muy pronto la licitud de dicha práctica (gracias a los escritos de Bartolomé de las Casas), e hizo que se importaran personas esclavizadas del continente africano, que además tenían mayor resistencia a las enfermedades, y contaban con un físico más fuerte para actividades de carga y más infatigable a largas jornadas bajo el sol.
En la esclavitud, muchos africanos recuperaron las trenzas como una forma de mantenerse conectados con su herencia, bajo el pretexto de tener el pelo limpio y ordenado mientras trabajan en las plantaciones. Sin tener los productos que usaban en África, improvisaron grasa de tocino, mantequilla y queroseno para limpiar y acondicionar su cabello. Asimismo, para afirmar su independencia, se cree que muchos de los trenzados eran mapas para escapar de las plantaciones. Aunque unos creen que es una leyenda urbana, se cree que Benkos Biohó, un rey capturado por los portugueses logró escapar de sus amos y construyó San Basilio de Palenque, un pueblo en el norte de Colombia en torno al siglo XVII. El pueblo era una ciudad amurallada que estaba destinada a ser un refugio para los esclavos que lograban huir gracias a los mapas y mensajes ocultos en los patrones de las trenzas de las mujeres.
Las Leyes Tignon también fueron creadas en este periodo para homogeneizar a las mujeres afrocaribeñas. Bajo la falsa narrativa de que eran una amenaza para el estatus de las mujeres blancas, ya que con sus trenzas decoradas seducían a los hombres, Carlos III de España exigió al gobernador colonial de Luisiana, Don Esteban Miró, que estableciera el orden. Por esta razón, en 1786, se introdujeron estas leyes que prohibían a las mujeres criollas de color mostrar excesiva atención al vestir en las calles de Nueva Orleans, obligándolas a usar un tignon, también conocido como un pañuelo en la cabeza, para ocultar su cabello y hacer saber que eran esclavas.
Cuando se abolió la esclavitud, las mujeres negras en América tendían a alisarse el cabello. Aunque eran libres, aún necesitaban esforzarse por encajar ya que se consideraba que las mujeres de pelo lacio estaban mejor adaptadas a la sociedad. Prueba y ejemplo de esto es Sarah Breedlove, mejor conocida como Madam C.J. Walker, primera mujer afroamericana en convertirse en millonaria en los Estados Unidos. Breedlove hizo su fortuna desarrollando y vendiendo productos para el cabello de mujeres negras, como pomadas y peines de calor eléctricos, que les permitían tener un tocado alaciado y a la usanza de las mujeres blancas.
Durante la década de 1960 y 1970, Estados Unidos experimentó su primer movimiento de cabello natural cuando el Black Power Movement comenzó a elegir afros y trenzas en un esfuerzo por rechazar los estándares de belleza eurocéntricos. La actriz Cicely Tyson fue famosa por lucir las primeras trenzas en la televisión en la serie East Side, West Side de CBS en 1962. En la década de 1990 y principios de los 2000, el renacimiento de la cultura afrocaribeña con las trenzas se empoderaron con Janet Jackson en Poetic Justice, Queen Latifah en Set It Off y Brandy en Moesha.
Lamentablemente, parece que sólo las celebridades pueden utilizar con orgullo esta tradición capilar. Hay que entender que las trenzas no son sólo un estilo estético, sino una forma de arte que ha entrelazado la historia de toda una raza. Dependiendo de la textura del cabello, la trenza protege el pelo del daño por calor y humedad, sí, pero refleja una herencia que muchas veces quiso ser menguada por la cultura hegemónica. La historia entreteje en sus finas hebras las tradiciones, ilusiones y las ganas de libertad de todo un continente, y es importante que eso no se nos escape de los dedos ni de nuestra conciencia colectiva.