6 de junio de 2025 11:56 am
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OPINIÓN

De Economía y otras cosas

El gobierno puede hacer tres cosas: garantizar derechos, satisfacer necesidades, defender intereses. El gobierno debe hacer solo una: garantizar derechos (que realmente lo sean)...

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Por Arturo Damm Arnal

El gobierno puede hacer tres cosas: garantizar derechos, satisfacer necesidades, defender intereses. El gobierno debe hacer solo una: garantizar derechos (que realmente lo sean), lo cual involucra cuatro tareas: prohibir que se violen; prevenir su violación; castigar a quien los viole; obligarlo a resarcir a la víctima. Los gobiernos hacen más que garantizar derechos. Satisfacen necesidades, para lo cual redistribuyen el ingreso. También defienden intereses, para lo cual también redistribuyen el ingreso. Redistribuir el ingreso: el gobierno le quita a A lo que, por ser producto de su trabajo, su ingreso, es de A, para darle a B lo que, por no ser su ingreso, producto de su trabajo, no es de B. Se trata, como lo llamó Federico Bastiat, de la expoliación legal, del robo con todas las de la ley, legalidad que no lo hace justo. Hay leyes injustas.

Recordemos lo que decía Franz Oppenheimer (El Estado, 1908). Hay dos principios básicos de organización social. El económico, basado en la producción y el intercambio voluntario del ingreso, esencialmente pacífico El otro, el político, basado en la producción y la redistribución impuesta del ingreso, esencialmente violento.

Dada la segunda posibilidad es que, como apuntó Bastiat (El Estado, 1848)[1], el Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo. Dado que el gobierno da, exijo que me dé. El problema es que para que me dé previamente tiene que quitarle a otro. ¿Qué tenemos? Principio político de organización social. Redistribución del ingreso. Expoliación legal. Violencia institucionalizada.

Lo anterior me sirve para dar una primera opinión en torno a los fideicomisos, cuyos recursos pueden destinarse, o a garantizar derechos, o satisfacer necesidades, o a defender intereses. Centro la atención en la última posibilidad: fideicomisos, de recursos públicos, provenientes de los impuestos, para defender intereses. Pongo el ejemplo del Fondo de Inversión y Estímulos al Cine, FIDECINE, “fideicomiso federal para la producción, postproducción, distribución y exhibición de largometrajes de ficción y/o animación mediante la inversión de capital de riesgo y/o la prestación de créditos”.

Soy cinéfilo de hueso colorado y, como tal, estoy dispuesto a financiar la producción de películas, mexicanas y extranjeras, pagando el boleto en taquilla, que es como debe financiarse la producción de cualquier bien o servicio: con el pago de los consumidores. Por lo anterior es injusto que el gobierno me obligue a entregarle parte del producto de mi trabajo, que en eso consiste cobrar impuestos, para que con una parte de esa parte subsidie la producción de películas, defendiendo el interés que tienen los cineastas de filmar sus películas, sin depender únicamente del financiamiento de los consumidores, los cinéfilos.

Si a esas vamos, demando que se cree el Fondo de Inversión y Estímulo a las Conferencias de Economía, para que en mi calidad de conferencista me subsidien, no porque tenga derecho a ello, ¡que obviamente no lo tengo!, sino por el interés que, ¡evidentemente!, sí tengo.

¿De qué se trata con este tipo de fideicomisos? De que el gobierno obligue a los contribuyentes a subsidiar lo que como consumidores no están dispuestos a financiar. De que el gobierno sustituya el principio económico (intercambio voluntario del ingreso, del producto del trabajo), por el principio político (redistribución impuesta del producto del trabajo, del ingreso). De redistribución del ingreso. Primera conclusión en torno el tema de los fideicomisos. Aquellos destinados, por medio del subsidio, a defender intereses, sobre todo pecuniarios, deben desaparecer, intereses que van, desde los de los atletas de alto rendimiento hasta los de los artistas creadores de cultura. Y no lo digo porque no me interese ni el deporte ni la cultura, ¡al contrario!, sino porque dichos subsidios suponen la redistribución del ingreso, llevada a cabo por el peor de los motivos: defender intereses.

[1] Las dos obras, la de Bastiat y la de Oppenheimer, llevan el mismo nombre, El Estado.


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