11 de octubre de 2025
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OPINIÓN

Tras bambalinas…

En medio de una pandemia, se disputa la batalla por la presidencia y salen a relucir los modos en que opera la clase política estadounidense, todo al más puro estilo Hollywood...
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(Audio por: Fátima Verónica Rodríguez Martínez)

Por María del Carmen Ojeda Portilla

Estamos a escasos días de la quincuagésima novena elección presidencial de los Estados Unidos de América, elecciones que, por su naturaleza, la coyuntura global y la personalidad y trayectoria de los dos candidatos, se torna especial o poco convencional. No voy a decir que son las elecciones más importantes de Estados Unidos, porque eso se dice cada cuatro años por una u otra razón, sin embargo, ante un panorama en donde priman tres grandes crisis: la sanitaria, la económica y la social, la elección del mandatario del país más influyente del mundo vuelca los reflectores hacia ella. 

La clase política cruza uno de sus peores momentos a nivel mundial, exacerbado evidentemente por el manejo de la emergencia sanitaria, y Estados Unidos no es la excepción. En medio de una pandemia, se disputa la batalla por la presidencia y salen a relucir los modos en que opera la clase política estadounidense, todo al más puro estilo Hollywood. La publicidad, las redes sociales y los debates superficiales y poco críticos demuestran que la batalla está en el terreno de la publicidad y no de la política, por lo que es importante destacar, en este brevísimo espacio, consideraciones que involucran a ambas partes y que son difuminadas por el espectáculo que se superpone a las ideas.

Por un lado, el Partido Republicano representa una derecha libertaria en pro del capitalismo más puro, el gestado entre sus filas (a reserva del proteccionismo implantado por el Donald Trump); y, por otro lado, el Partido Demócrata imprime una visión un poco (poquísimo) más social e intervencionista en pro de los grupos sociales minoritarios. En realidad, a mi parecer, la diferencia entre las propuestas económicas y políticas de ambos partidos es muy tenue; no se está jugando un trasfondo completamente contrapuesto. Al final, estamos hablando de la Meca del capitalismo y el liberalismo económico. 

El Partido Demócrata tiene en sus filas al gran personaje del siglo XXI: Barack Obama. A través de él, se le está haciendo campaña al actual candidato Joe Biden, utilizando su figura y gran carisma como caballo de batalla; los medios están impregnados de campañas en tono positivo. Pero no todo es miel sobre hojuelas y hay que poner las cosas sobre la mesa. En la elección de 2008, el Partido Demócrata, a través de Barack Obama, tenía la oportunidad de capitalizar la crisis financiera ocasionada principalmente por regulaciones de corte neoliberal impulsadas por gobiernos republicanos, crisis que exigía un cambio radical ante el fracaso teórico y práctico del neoliberalismo; sin embargo, una vez en el poder, se optó por darle continuidad al sector bancario. Y para muestra, un botón. Estados Unidos sigue operando de la misma manera y sigue representando una fuerza hegemónica en el mundo de las finanzas; fallándole así a los esperanzados progresistas que no vieron patentadas ninguna de sus luchas.

El Partido Republicano consiguió la victoria en el 2016 gracias al candidato Donald Trump, magnate de negocios que, obviamente, comulga con los ideales del partido pero que, al no haber incursionado en política, su forma de operar es diferente y totalmente disruptiva, eficaz, pero disruptiva. Sus intereses son obvios y su postura preferente y protectora de la “raza” y de los negocios estadounidenses subyace en cada una de sus decisiones. Pero todo su empuje está en las verdades y mentiras de su discurso; en la brecha que existe entre lo que dice y lo que realmente hace (¿les suena?). Por ejemplo, el discurso anti latino que ha generado odio, repulsión y violencia homicida no es consistente con el número de deportaciones realizado por Trump (0.6 millones en sus primeros tres años de mandato) comparado con el de Obama (1.1 millones en sus primeros tres años de mandato), ¿se han preguntado a qué se debe o qué gana Trump con el discurso cuando en realidad le conviene y resguarda la existencia de la comunidad latina? Probablemente la teoría de un ejército industrial de reserva no esté obsoleta. Sin duda, el poder de la palabra (o demagogia) se hace presente y los estadounidenses recalcitrantes se compran la postura y le aplauden al presidente mientras que éste hace y deshace a su antojo. Como verán, el populismo no es exclusivo de izquierdas.

Es evidente que hay que ir más allá de las noticias, hay que ir a los datos y al estudio del pasado. Es una lástima que no todos podemos votar por un presidente que prácticamente gobierna al mundo. Sin duda los estadounidenses tienen que plantearse por quién votarán, si por un candidato con una trayectoria consolidada, pero de la vieja escuela e impulsado por un partido que ha desilusionado a la lucha progresista, pues sigue supeditado al poder de Wall Street; o a un candidato eficaz, proteccionista de lo suyo y los suyos, pero populista, racista y engañoso.

Mientras que la lucha visible es completamente mediática y el debate es superficial y poco crítico, la verdadera política se está operando tras bambalinas y el mundo está siendo espectador de un show y no de las verdaderas ideas.


Recuerda seguirla en Twitter: @marycarmenojed

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