25 de abril de 2024 2:33 am
OPINIÓN

Fuerza laboral femenina

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(Audio por: Deborah Cohen Falah Cheja) Amanda Vega Hidalgo

¡Atención! Este artículo no se ha escrito para ofender a nadie, sino para intentar acercarnos a un problema que sigue persistiendo en el modo de producción actual y que lejos está aún de ser superado. El que se sienta molesto o atacado, quizá es que no comprenda muy bien de qué van los procesos sociales y cuál es papel de la ciencia y el conocimiento para acercarnos a ellos de la manera más certera posible.  

En la economía mundial capitalista, la fuerza de trabajo femenina tiene menos valor que la fuerza de trabajo masculina. ¿Y cómo se verifica esto? A través de sus precios, es decir, de los salarios. Claro que hay mujeres individuales que cobran más que otros hombres individuales (dando origen al típico argumento de: “mi mujer cobra más que yo y no por ello me siento inferior, no me molesta para nada”) pero no son estos los casos que nos conciernen aquí. Hablaremos entonces de las tendencias estructurales y de algunos factores por los cuales, socialmente, el precio de la fuerza de trabajo femenina es menor que la masculina, traduciéndose ello en el hecho empírico de que, a nivel mundial, las mujeres cobran menores salarios que los hombres.

Para realizar con absoluto rigor este ejercicio tan interesantísimo y que tantas implicaciones humanas tiene, sería necesario abordar múltiples aspectos de las ciencias sociales y naturales: antropología, historia, sociología, economía, política, estadística, biología, psicología… Por tanto, en este espacio pretendo hacer tan solo algunos pequeñísimos apuntes que intenten ayudar a la comprensión de este fenómeno.

Como bien es sabido por todos, en las relaciones sociales de producción, el papel de la mujer ha estado siempre relegado al ámbito doméstico y de los cuidados, algo que ocurre desde mucho antes de la llegada del capitalismo. Hay algunas teorías antropológicas que señalan como origen a este hecho el momento en el que el ser humano pasa de ser nómada a sedentario y al ser la mujer la que gestaba a las nuevas generaciones, permanecía en espacios más “protegidos” dentro de las cuevas comenzando entonces su destino irrevocable de dedicarse a las labores “de casa”. Siendo esto al fin y al cabo una teoría, creo que, al menos su consideración, no deja de ser sugerente. Sea como fuere, a lo largo de los años de la historia de la humanidad, ese es el papel que principalmente han ostentado las mujeres.

Siendo que las actividades domésticas y de cuidados no eran productivas, con la llegada del capitalismo, el mercado de trabajo se satisface principalmente con mano de obra masculina. Poco a poco y a medida que este modo de producción se va desarrollando, ese mercado de trabajo se va quedando estrecho y paulatinamente las mujeres comienzan a incorporarse al mismo. Sin embargo, no lo hacen ni en la misma forma ni en las mismas condiciones que ellos. Dentro de la unidad familiar, el salario de ella es primordialmente “salario secundario” siendo el principal el del marido por lo que la presión que las trabajadoras ejercen hacia una mejora de los salarios es significativamente menor que la de los trabajadores hombres.

Se podría argumentar que esto de que el salario femenino tiene un papel subsidiario dentro de la economía familiar ya no tiene vigencia en muchos países occidentales. A pesar de ello, en España (por poner un ejemplo), en el año 2018, las mujeres ganaron de media 5.726 euros menos. Evidentemente, no iba a ser esta la única razón.

Por ejemplo, a pesar de esta incorporación al mundo laboral, siguen siendo principalmente ellas las que se hacen cargo de los hijos, mayores, enfermos y, en general, de aquellas personas de la familia que necesitan de cuidados. Se explica así el hecho de que, en la Zona Euro, en torno al 35% del total de mujeres empleadas trabajan a tiempo parcial frente a un 9% para el caso de los hombres. ¿Todas esas mujeres tienen una jornada laboral menor porque quieren? ¿Y por qué quieren? ¿Nos gusta más quedarnos en casa a cuidar de nuestros seres queridos porque somos muy maternales y nos encanta depender económicamente de nuestros maridos o padres?

Fuente: Eurostat 

Asimismo, es muy clarificador echar un vistazo al patrón que sigue el empleo por sexos diferenciando por sectores económicos. De acuerdo con los últimos datos de Eurostat del año 2019, existen dos sectores totalmente feminizados. ¿Cuáles son? No se sorprenderá el lector al conocer que son precisamente aquellos que están más relacionados con los cuidados: la salud y la educación. Para el año 2019 y en la media de la Zona Euro, tan solo el 22% de los empleados en sanidad y servicios sociales eran hombres, “ascendiendo” la cifra al 29% para el caso de la educación. Vale la pena mencionar además, que estos sectores que dependen en gran medida de la inversión pública (aunque cada vez menos), fueron los que sufrieron los mayores recortes impuestos por la Comisión Europea aunque ahora se haya salido a los balcones para aplaudirlos. Esto por supuesto tiene implicaciones directas en sus salarios.

Otro sector que emplea en mayor medida mano de obra femenina es el turístico. Huelga decir la estocada que está sufriendo dicha “industria” con la crisis agravada por la pandemia. En general, dado el modo subsidiario en el que la fuerza de trabajo femenina está inserta en las relaciones de producción capitalistas, hace que su posición en la pugna capital-trabajo sea aún más débil que la de los hombres, viéndose además mucho más afectadas en momentos de crisis.

Precisamente en esta línea apunta el último informe publicado por la CEPAL sobre cómo la crisis del covid-19 ha afectado significativamente y de forma negativa a la independencia económica de las mujeres[1] en América Latina.

Esto son tan solo unos ínfimos apuntes sobre un hecho complejísimo que en última instancia tiene como consecuencia una posición subordinada de la mujer trabajadora en el mundo… Luchemos por su verdadera libertad.


[1] https://www.cepal.org/en/publications/46634-economic-autonomy-women-sustainable-recovery-equality

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