Arturo Damm Arnal
Si algo queda claro a estas alturas de la 4T, es la intención de AMLO de establecer en México una autocracia, con él como autócrata.
La autocracia, nos dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua, es la “forma de gobierno en la cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley”, y el autócrata es la “persona que ejerce por sí sola la autoridad suprema de un Estado”. Uno solo y su palabra es la ley.
Si consultamos la palabra autocracia en el Diccionario de Política, de Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino, encontramos lo siguiente: “autocracia. v. DICTADURA, II”, y consultando la palabra dictadura encontramos que, en su connotación moderna, distinta a la que tenía en la Dictadura Romana o en la Dictadura Constitucional, se relaciona con el despotismo, el absolutismo, la tiranía, la autocracia y el autoritarismo.
Según el mismo diccionario despotismo es “aquella forma de gobierno en que quien detenta el poder tiene respecto a sus súbditos el mismo tipo de relación que el patrón (en griego ‘despotés’) tiene respecto a los esclavos en su posesión”. El absolutismo es “la forma de gobierno en que el detentador del poder lo ejerce sin dependencia o control de parte de otras instancias, superiores o inferiores”. La tiranía es sinónimo de dictadura: “tiranía. v. DICTADURA II”, lo mismo que la autocracia, como vimos en el párrafo anterior. Con relación al autoritarismo el Diccionario de Política apunta: “En sentido muy general, se habla de regímenes autoritarios para indicar toda clase de regímenes antidemocráticos. La contraposición entre autoritarismo y democracia se refiere tanto a la dirección en la que se transmite la autoridad como el grado de autonomía de los subsistemas políticos (los partidos políticos, los sindicatos y todos los grupos de presión en general). En esta primera perspectiva los regímenes autoritarios se caracterizan por la ausencia del parlamento y de elecciones populares o, cuando estas instituciones quedan con vida, por su reducción a meros procedimientos ceremoniales y por el indiscutible predominio del vértice ejecutivo”.
Podemos definir a la autocracia como el gobierno de un solo hombre (primera amenaza), quien gobierna en función de sus prejuicios, deseos, caprichos, buenas intenciones (con las que está empedrado el camino al infierno), todo lo cual le da forma a SU proyecto de nación, al cual todos, por la buena o por la mala, deben sumarse (segunda amenaza), momento de recordar que no se necesita UN proyecto de nación, sino una nación en la cual cada quien, respetando los derechos de los demás, y sin ningún privilegio gubernamental, pueda sacar adelante SUS proyectos personales. Esto es lo que corresponde a una sociedad en la cual la libertad individual y la propiedad privada son derechos plenamente reconocidos, puntualmente definidos y jurídicamente garantizados.
Una muestra, de las muchas que hay, de que la intención de AMLO es el establecimiento de la autocracia, son las prebendas que le está otorgando al ejército al que, para imponer y mantener la autocracia, necesita tener de su lado, y ello por una razón muy sencilla: una dictadura dura hasta que el ejército quiere, lo cual quiere decir que, aunque la encabece un civil, una dictadura es siempre una dictadura militar, mantenida por la fuerza de las armas, por el miedo de los ciudadanos a la fuerza de las armas.
¿Cuál es la opción correcta a la autocracia? La nomocracia, el gobierno de la ley, que no es otra cosa más que el Estado de Derecho, sobre todo cuando las leyes son justas, cuando reconocen plenamente, definen puntualmente y garantizan jurídicamente los derechos de las personas, comenzando por la Constitución, esa que a AMLO tanto le estorba.
