Cecilia González Michalak


Ésta es una historia real y su protagonista es un cuadro conocido popularmente como “la Mona Lisa de Austria”. El Retrato de Adele Bloch-Bauer fue creado en óleo y hojas de oro por Gustav Klimt, en una Viena de 1907 que todavía no había vivido conflictos bélicos ni de un antisemitismo instaurado por el tercer Reich.
Adele Bloch-Bauer fue hija de uno de los mayores banqueros de Austria: tuvo una vida de comodidades que le permitieron convertirse en una de las más importantes mecenas de la vida cultural vienesa y del sufragio femenino de principios del siglo XX. Se casó con el magnate azucarero Ferdinand Bloch quien encargó su retrato para convertirla en un ícono inspirado en los mosaicos bizantinos de Rávena. La mujer dorada murió de meningitis en 1925, con tan solo 43 años de edad.
Hitler entró en Viena en 1938. Durante la ocupación alemana, las familias de origen judío fueron vigiladas en arresto domiciliario mientras sus pertenencias eran confiscadas por los soldados del Führer. Se calcula que hay más de 100 mil obras de arte que adornaron casas de líderes nazis, y que nunca regresaron a sus verdaderos propietarios, entre ellas Tizianos, Picassos, Rembrandts, Goyas, Vermeers, Bouchers, Fragonards y Klimts.
La sobrina de Adele Bloch-Bauer, Maria Viktoria Altmann, vio su casa en Elisabethstrasse ser decomisada por los alemanes y cómo el retrato de su tía fue denominado “La dama de oro” o “Adele dorada” para cortar toda relación con los nombres judíos de sus dueños. Antes de que empezaran a consignar a las importantes familias judías como presos políticos y deportarlos a campos de concentración, María Altmann y su esposo Fritz Altmann, un cantante de ópera, lograron escapar para instalarse definitivamente en California en 1942.
Terminada la guerra, Austria se apropió del patrimonio de las familias judías, en el que se encontraban cinco cuadros de Klimt de los ya mencionados Bloch-Bauer. Maria Altmann, durante años, supuso que dichas pinturas habían terminado legítimamente en el Museo de Belvedere. Tenía 82 años cuando supo que le pertenecían y se comprometió a recuperarlas para honrar a su familia. En 1998, varios cuadros que provenían de colecciones espurias creadas durante la Segunda Guerra Mundial fueron confiscados del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y devueltos a sus dueños.
Con este antecedente, el gobierno austriaco promulgó ese mismo año una ley reconociendo el derecho a la restitución, comprometiéndose a devolver las obras robadas por los nazis a sus legítimos propietarios. Maria Altmann decidió luchar contra el sistema en una aventura de varios años que la llevó incluso hasta la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos. Después de 60 años, se hizo justicia y Maria Altmann recuperó el retrato de su tía. Vendió la obra por 135 millones de dólares a Ronald S. Lauder, hijo de Estée Lauder, con la promesa de que la pintura pudiese exponerse de manera pública.
Este libro de Anne-Marie O’Connor, periodista de Los Angeles Times y del Washington Post, relata este suceso que repercutió en el mundo del arte y en la historia política de Austria, buscando denunciar todos esos robos bajo el pretexto de proteger el patrimonio artístico de posibles bombardeos y pérdidas, pero que al final terminaron en colecciones personales ajenas a los dueños oficiales. Es un tomo que vela por la justicia y la historia del patrimonio que muchas veces fue borrada por conveniencia e incomodidad y que, a parte de hacer una llamada de atención, busca defender el recuerdo de obras de arte que han sido testigo de la historia humana.
Un comentario
Gracias por la ayuda, nos es muy util…