Cecilia González Michalak


Siempre que pensamos en vampiros, nos remontamos a una época victoriana donde abundan el encaje y el terciopelo. Existen varios intentos por modernizar a los vampiros, desde Anna Rice que, en la década de los 70, narró las aventuras de Lestat, a Stephanie Meyer que creó vampiros millenials con mucho bling en la piel.

Sarah Andersen, conocida mejor por Sarah’s Scribbles, –tiras cómicas que ilustran la terrible vida adulta de una mujer introvertida–, creó Fangs, un libro que a manera de historieta cuenta la vida de una vampiro en la época moderna. Elsie, la protagonista, lleva viviendo en la faz de la tierra por 300 años. Duerme por el día, sale a bares por la noche, y trata de arreglarse aunque no puede ver su reflejo en el espejo.
La vida parecería solitaria hasta que, una noche, conoce a Jimmy, un hombre barbudo con gran fascinación hacia las camisas de franela a cuadros que podría ser un hipster o un leñador. Pensando que Jimmy podría ser una próxima cena, descubre que él también oculta un gran secreto: es un hombre lobo. Y no sólo un licántropo común, sino uno que disfruta correr durante su transformación de luna llena y que le rasquen detrás de las orejas.

La tradición de la criptozoología diría que vampiros y hombres lobos son enemigos letales. Aquí, tanto Elsie como Jimmy encuentran la horma de sus zapatos (o las almohadillas de sus patas) y empiezan una relación dónde se comprenden y se complementan.

Empapado en sangre y en el humor oscuro y ácido de Andersen, este libro está ilustrado a tinta negra en un gótico post-moderno. En él se muestran la macabra vida en común de estos personajes, pero, aunque usted no lo crea, las condiciones más humanas: el humor, la dulzura y la complicidad de una relación.
