Hablando en términos generales, los Bancos Centrales tienen como mandato el perseguir una inflación baja y estable, aunque hay algunas ocasiones en las que las autoridades monetarias pueden tener más de un mandato, como sucede con la Reserva Federal en los EE.UU. (Fed), que persigue de forma simultánea la estabilidad en precios y el pleno empleo.
Para llevar a cabo sus funciones, los Bancos Centrales cuentan con distintas herramientas, siendo la tasa de interés la principal de ellas. Al determinar el nivel de la tasa de interés, las autoridades monetarias inciden sobre las decisiones de ahorro y gasto de los agentes económicos, y, finalmente, en el nivel de precios de la economía. Supongamos un incremento en la tasa de interés, lo que implicaría, por un lado, un mayor premio para los ahorradores, y, por el otro, alzas en el costo de los créditos. Naturalmente, esto se reflejaría en una disminución en el consumo e inversión y, todo lo demás constante, en los precios.
Ahora, en los últimos años, especialmente en países desarrollados, los Bancos Centrales han recurrido a otro tipo de herramientas, llamadas no convencionales. En los años que siguieron a la crisis financiera global (2008-2009), los principales Bancos Centrales del mundo mantuvieron las tasas de interés en niveles cercanos al 0%, quedando con poco margen de maniobra para responder a episodios de dificultad económica y desaceleración en los precios. Es por ello que fue cobrando relevancia el uso de otro tipo de herramientas, como las compras de activos y el empleo de guías futuras.
Las compras de activos buscan que se reduzcan efectivamente las tasas de interés de instrumentos con vencimientos diversos, no sólo aquellas de corto plazo. Recordando que, las compras de activos aumentan la demanda por los bonos en cuestión, por lo que su precio (rendimiento) aumenta (disminuye). Usualmente, los Bancos Centrales adquirían bonos gubernamentales, pero hemos visto que se ha ampliado el enfoque. Por ejemplo, en su programa de compra de activos actual, la Fed incluyó activos respaldados por hipotecas, además de bonos del tesoro.
Básicamente, la guía futura es la herramienta que los Bancos Centrales usan para comunicar su postura monetaria y qué se puede esperar de esta hacia adelante, lo que ayuda a disminuir la incertidumbre y la volatilidad en mercados financieros. En momentos en los que la economía ha experimentado severos contratiempos, como durante la crisis pandémica, una función de la guía futura fue el reiterar el compromiso de los Bancos Centrales con una postura acomodaticia, que contribuya a la recuperación de la actividad y la estabilidad de precios. Incluso, la guía futura puede ir más allá y atar cualquier cambio en la política monetaria a un periodo determinado de tiempo o a que ciertas variables económicas logren un nivel deseado.
Para entender la importancia del uso de la guía futura, volvamos al ejemplo de la Fed. En mayo de 2013, este Instituto anunció, casi de forma sorpresiva, la reducción en las compras de activos, también conocido como QE, lo que derivó en un episodio de marcada volatilidad financiera mundial (“taper tantrum”). Tan sólo en mayo de 2013, el peso mexicano registró una depreciación contra el dólar de 5.6%. Ahora, en noviembre de 2021, la Fed comunicó que el programa de compra de activos se comenzará a reducir en 15 mmdd por mes, a lo que el peso mexicano reaccionó con una depreciación del 1.0%, entre el cierre de octubre y el 18 de noviembre, mucho menor que hace ocho años. Una diferencia clave entre ambos eventos ha sido el empleo de una comunicación mucho más transparente y efectiva de la Fed. Antes del anuncio de noviembre, los comunicados del Banco Central ya incorporaban un lenguaje que permitía anticipar que se acercaba un cambio en las compras de activos, evitando así que los mercados financieros sean tomados por sorpresa y experimentaran una volatilidad desmedida.