Jaime Tbeili Benpalti
El doctor Carlos Alberto Martínez, en su clase introductoria a la materia de Finanzas Públicas, empezaba siempre por decirnos que para entender las finanzas es indispensable tener clara la relación entre tres conceptos básicos: ingresos, gastos y deuda.
Todo lo que vamos a gastar tiene que venir o de los ingresos o de la deuda. No hay otra opción, el dinero no aparece de la nada. Lógicamente, esto significa que si una persona quiere aumentar sus gastos tiene que conseguir mayores ingresos o estar dispuesto a aceptar más deudas. Y aunque en ocasiones los gobiernos parecen estar por encima de las limitantes económicas de una persona normal, en esto son exactamente iguales.
Por lo anterior, sorprende mucho que el presidente de México prometa que el gasto de los programas sociales aumentará durante lo que resta de su sexenio sin que tengan que aumentar los impuestos ni la deuda. Aunque en primera instancia esto pareciera imposible, supongamos que decidimos creerle al mandatario y tratemos de imaginar qué tendría que suceder para que efectivamente aumentara el gasto sin aumentar impuestos ni deuda.
La primera alternativa, desde la perspectiva de los gastos, sería redireccionar recursos de otras áreas. Si López Obrador quiere aumentar el gasto en sus programas sociales, tal vez reduzca el presupuesto del INE (que de por sí está bajo amenaza de desaparecer), INAI, INEGI, CONEVAL o cualquier otra institución que no le parezca importante. Nótese que estos organismos son contrapesos al ejecutivo y han estado en la mira de AMLO desde que arrancó la cuarta transformación. Empequeñecerlas permite usar sus recursos para otros fines, pero afecta la solidez del Estado mexicano y su democracia. En corto: no es buena idea.
Pasemos a los ingresos. Curiosamente, sí es posible aumentar los ingresos del gobierno sin tener que crear impuestos nuevos. Para lograr esto hay que conseguir que los ciudadanos paguen los impuestos existentes. El SAT efectivamente ha tomado medidas para mejorar la recaudación y aumentar el número de personas inscritas. Pareciera ser un buen camino.
Sin embargo, es poco probable que esos esfuerzos sean suficientes para financiar un aumento en el gasto de gobierno. Resulta ser que cuando la economía crece la gente paga más impuestos. Cuando la economía se contrae, pasa lo contrario. La economía en México creció el 0.9% en el segundo trimestre de 2022. No está ni cerca de ser suficiente para que se refleje en un verdadero aumento en la recaudación. Por más que el SAT quiera recaudar más y mejor, no depende únicamente de sus esfuerzos.
Eso nos deja con la deuda. El presidente asegura que no ha endeudado ni endeudará al país, a pesar de que sus propias cifras demuestran lo contrario. Casi no hay duda de que la deuda en México seguirá aumentando, pero los datos se pueden “maquillar” para aparentar que esto no sucedió. Lo ilustro con un ejemplo.
Si yo tengo 1,000 pesos y debo 100 al banco, debo 10% de lo que tengo. Si yo tengo 5,000 pesos y debo 500 al banco todavía debo 10% de lo que tengo, pero el valor monetario de mi deuda es cinco veces mayor. De la misma forma, si López Obrador quiere aumentar la deuda sin que parezca que la está aumentando, solo lo tiene que hacer a la misma velocidad que crezca el PIB. Tal vez eso le ayude, en alguna medida, a conseguir recursos para gastar en los dos años que le quedan a su mandato.
En resumen: para cumplir con su promesa Andrés Manuel tendrá que impulsar la economía y la recaudación de manera milagrosa, aumentar la deuda a escondidas o hacer ajustes sumamente agresivos al presupuesto, con consecuencias institucionales peligrosas. De otra forma solo existen dos opciones, que el presidente nos quede mal otra vez o que tenga algún truco bajo la manga, algo sacado de algún libro de finanzas del futuro que rompa con el principio más básico de la teoría financiera: sin ingresos o deuda ni hay gasto.