Desperdiciar dinero no es sinónimo de riqueza, solo es estupidez…
Macraf
Para nadie con un poco de sentido común y algo de conocimiento básico en cuestiones económico-financieras, podría pasar desapercibida la situación en la que se encuentra la empresa productiva del Estado de Petróleos Mexicanos (Pemex). Es una empresa que, de acuerdo con lo establecido por el gobierno del hijo predilecto de Macuspana, se espera que salve la economía nacional y nos coloque en el escenario global como una potencia económica y energética. Sin embargo, los números que ha reportado la petrolera mexicana están muy lejos de lograr posicionarla en el lugar que, de acuerdo con la idea que tiene el morador de Palacio, debería ocupar en el proceso de desarrollo económico del país.
Lo anterior lo saco a colación precisamente por la filtración que hubo hace algunos días respecto de la situación en la que el actual director de Petróleos Mexicanos, el agrónomo Octavio Romero Oropeza, menciona que se encuentra la empresa: «La situación de Pemex cada día es más crítica y amerita soluciones prontas», una frase que ningún director general de ninguna empresa desearía poner por escrito. Refleja dos situaciones muy importantes. Por un lado, el fracaso de la administración de la empresa y, por el otro, el inicio de una espiral de incertidumbre respecto de su futuro. A lo anterior, hay que agregar que próximamente la empresa se enfrenta a un vencimiento de deuda por poco más de mil millones de dólares y han surgido reclamos de pago por parte de diferentes proveedores. Por ejemplo, en el caso de la empresa Hokchi Energy, el adeudo se encuentra en el orden de los 187 millones de dólares.
Esta situación, no podemos decir que llegó de sorpresa. Después de todo, tenemos una empresa que constantemente ha reportado pérdidas en lo que va de la actual administración. De hecho, de acuerdo con los últimos documentos publicados por la propia empresa productiva del Estado al mes de junio de este año, ya se reportan pérdidas cercanas a los 3 billones de pesos y sin importar lo que se diga o quien lo diga, el negocio de la refinación para Pemex no es negocio, muy por el contrario, arroja pérdidas considerables para la empresa. Aquella afirmación de la Secretaría de Energía, sobre el inicio del funcionamiento de la refinería de Dos Bocas, ha quedado demostrado por varias consultoras internacionales que es falsa. Si acaso, empezará a funcionar hasta el año 2025, y lo hará de manera parcial, buscando cubrir el sobrecosto de construcción que ha tenido a lo largo del tiempo. El sistema de refinación mexicano nunca logrará sacar del apuro financiero a Pemex, empresa que como lo he mencionado en varias ocasiones, la única forma en la que puede ser rentable sería si se vendiera como fierro viejo por pedazos, tratando de sacar la mayor cantidad de recursos.
México de ninguna manera alcanzará la soberanía energética que tanto pregona y ansía el tabasqueño, si seguimos por este rumbo o cualquier otro. Muy por el contrario, nos encontramos en una espiral muy conflictiva debido a que la producción de energía en nuestro país se encuentra muy lejos de lo que las tendencias internacionales marcan como buenas prácticas. Esto afecta el nivel de inversión en nuestro país. Por supuesto que habrá quienes digan que debido al fenómeno del nearshoring, nuestro país ha captado una gran cantidad de recursos. Sin embargo, les pido a esas personas que analicen las últimas cifras de inversión extranjera directa en México y se darán cuenta de que, en realidad, la captación nueva de recursos es prácticamente nula y la mayor parte de lo que hoy tenemos es reinversión de lo que ya existía en nuestro país. El proyecto energético de la Cuarta Transformación, que a mi parecer es un proyecto no solamente fallido sino totalmente erróneo, es lo que ha provocado que las empresas calificadoras tengan una perspectiva financiera negativa sobre el futuro de Pemex. Además, en diversos foros internacionales, la petrolera mexicana ha sido catalogada como una de las peores empresas en lo relacionado con la exposición a los riesgos ambientales, sociales y de gobierno corporativo a nivel internacional.
Mucho me temo que la realidad de la situación de Pemex se sabe, pero que desde Palacio poco se entiende. Seguimos jugando a construir refinerías que no refinan, a un costo elevado y sacrificando el futuro energético de nuestro país.
¿Qué le puedo decir, mi estimado lector? No hay peor ciego que el tabasqueño que no quiere ver.