El día de hoy Claudia Sheinbaum anunció a los primeros seis miembros de su gabinete presidencial. A unas semanas de haber ganado la elección, la sucesora de López Obrador no sorprendió mucho con sus nominaciones. Los seis seleccionados son los siguientes:
Marcelo Ebrard en la Secretaría de Economía; Juan Ramón de la Fuente en la Secretaría de Relaciones Exteriores; Alicia Bárcena en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales; Julio Berdegué en la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural; Ernestina Godoy en la Consejería Jurídica de la Presidencia y Rosaura Ruíz en una nueva Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación.
Las nominaciones de Ebrard y de Juan Ramón no me incomodan, incluso me parecen acertadas. Ebrard tiene un perfil más institucional que puede generar confianza en el sector empresarial. Por otra parte, Juan Ramón es un viejo político con experiencia, que ha representado a México en Naciones Unidas y ya ha sido secretario en otra ocasión. La nominación más problemática para mí es de Godoy, aunque sin duda, no la más interesante.
Como mencioné anteriormente, Sheinbaum no sorprendió mucho con sus nominaciones, pero me parece relevante el cambio de rango del CONAHCYT (Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías) que ahora se convierte en una Secretaría. Es un movimiento muy curioso que puede jugar a favor o en contra del desarrollo tecnológico y científico de la nación.
Por un lado, ya era hora de que la ciencia y la tecnología recibieran el respeto que se merecen. Es ridículo creer que México puede transitar de ser una economía basada en materias primas y servicios a una economía basada en innovación cuando se tiene una Secretaría completa para el sector turístico, pero no para el desarrollo científico.
No es por demeritar el trabajo del CONAHCYT, al contrario. Es un organismo que debería de tener más peso, presupuesto, poder de decisión e impacto en otras industrias. Desde esta perspectiva, la nueva Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (SCHTI) me parece una propuesta positiva.
Por otro lado, no podemos olvidar que las Secretarías son organismos políticos que le reportan directamente a quien ocupa la silla presidencial y responden a sus decisiones. Elevar al CONAHCYT sí demuestra que se le va a dar importancia al sector durante este sexenio, pero también se puede traducir en una sobre politización del avance tecnológico, las publicaciones científicas y las prestaciones para académicos.
Tal vez lo ideal sería que el CONAHCYT se convirtiera en un organismo autónomo, que puede tomar decisiones con total independencia del poder ejecutivo. De lo contrario, estar tan cerca de la cima no necesariamente significa más libertad para el sector. Se me ocurre un ejemplo: Si un economista presenta una solicitud ante la SCHTI para recibir financiamiento con el objetivo de demostrar que las políticas de López Obrador hicieron más grave la pandemia, ¿Qué tan probable es que se apruebe?
Por ahora, prefiero creer que esta nueva Secretaría podría conducir al tipo de desarrollo científico y tecnológico que necesitamos. Al menos tiene mucho potencial de hacerlo. Prefiero que México crea e invierta en un futuro enfocado en ciencia y tecnología a que lo siga haciendo en industrias como el turismo y petróleo. Seguramente tardará en suceder, pero ojalá esto sea un paso hacia allá.
Además, ¿quién sabe? Capaz que alguien le acaba por enseñar a Claudia como cuidar la infraestructura del metro para que no se caiga otra vez.