Carla Roel de Hoffmann
Abogada, profesora universitaria, esposa, mamá de tres, amante de los perros, lectora ávida y obsesionada de las noticias.
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En tercer semestre de la licenciatura, mis compañeros y yo, cursamos la materia denominada Sistemas Jurídicos Contemporáneos, impartida por mi queridísimo Jaime del Arenal. Durante el curso, aprendimos que hay tres grandes sistemas en la actualidad: i. el Musulmán, cuyo fundamento jurídico es el Corán; ii. el Common Law inglés, que se aplica en la Gran Bretaña y todos aquellos territorios que fueron colonia y, iii. el Sistema Continental, qué surgió en Europa y que se aplica, en la actualidad, en aquellos territorios que fuimos colonia de esos reinos europeos.
Los grandes pilares del Sistema Continental son dos grandes sistemas jurídicos: el Derecho romano y el Derecho canónico – es decir, el Derecho de la Iglesia Católica. También es conocido como el Sistema romano-canónico o germano-canónico Los estudiantes de Derecho en nuestro país, por lo menos, cursamos dos semestres de Derecho romano, al principio de la licenciatura, para que comencemos a formarnos un criterio jurídico. Pero, gracias a la secularidad de nuestra cultura, sólo algunas Escuelas y Facultades de Derecho, imparten a sus alumnos alguna materia de Derecho canónico.
A este sistema jurídico y, en particular, al Derecho matrimonial y procesal canónico, le he dedicado los últimos años de mi vida y, en concreto, más de mil quinientas horas de estudio serio al través de la Maestría que tuve la oportunidad de cursar el año escolar pasado, diseñada por la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra.
No, no estudié teología o moral. Estudié el matrimonio como institución jurídica natural, es decir, esa institución cuyas reglas estás inscritas en la naturaleza de todos los hombres y de todas las mujeres de todos los lugares, de todas las culturas y de todos los tiempos, y que son inamovibles, porque la naturaleza humana no ha cambiado desde que somos seres humanos.
Estudié la relevancia del consentimiento humano – que conoce la realidad con la inteligencia, que aprehende la bondad del matrimonio en sí mismo y del otro como sujeto igual y digno y, que, en el acto de mayor libertad posible, compromete su vida y su futuro, en un acto de presente, elige el matrimonio como estado de vida.
¿Cómo podría resumir el consentimiento matrimonial? Con la siguiente frase: quiero el matrimonio, todo lo que implica el matrimonio, con esta persona en particular, a exclusión de todos los demás, para siempre.
Cuando dos – varón y mujer – se entregan y se aceptan, al través de la manifestación de este consentimiento, se unen en alianza matrimonial irrevocable. Esta realidad jurídica es igual para todos.
Ahora bien, como lo dije en su momento, este es el sistema jurídico de la Iglesia Católica, cuyo sujeto central es el fiel, ese que es miembro de la Comunidad eclesiástica al través del Bautismo. Por tanto, entre bautizados, la alianza matrimonial se eleva a sacramento. No, no es otra cosa distinta al matrimonio natural, sino que simplemente, el matrimonio sacramental, es más.
Estudiando el acto jurídico del matrimonio, mis compañeros y yo, dedicamos horas a adentrarnos en este negocio jurídico tan particular, a comprender a cabalidad sus impedimentos – que no deben estar presentes al momento de contraer – y, las causas de nulidad, que si están presentes en los contrayentes al momento de la celebración, hacen inválido el matrimonio, por tanto, el acto jurídico nunca existió.
El acto jurídico del matrimonio siempre se presume válido, siempre. Sólo un juez canónico puede declararlo nulo. A pesar de lo que diga Tik-tok, el Magisterio de la Iglesia no ha cambiado: el matrimonio es indisoluble, por tanto, no hay divorcio dentro de la Iglesia.
No puedo negar que fue un año de mucho esfuerzo y dedicación, pero también ha sido una gran oportunidad para profundizar en el conocimiento de un sistema jurídico malentendido y olvidado, pero que es, y seguirá siendo, uno de los grandes pilares del que se aplica en nuestro país, aquí y ahora.
P.D.- Como en todo programa académico tan intenso, el conocimiento adquirido es importantísimo, pero las amistades forjadas son invaluables. ¡Gracias amigos queridos por ser grandes compañeros de aventuras, lo logramos!