Este domingo, el Palacio de Bellas Artes celebra su 90 aniversario, recordando las criaturas y símbolos que han adornado sus interiores y exteriores desde su inauguración. Aunque muchos transeúntes pasan sin advertirlos, estos seres, tallados en mármol y metal, han estado presentes desde que el arquitecto italiano Adamo Boari los concibió como parte integral de su diseño.
Los detalles escultóricos del edificio, como el mono de mármol que parece soñar o el perro que acecha en la fachada superior, invitan a quienes prestan atención a descubrir la mitología y los símbolos ocultos. A lo largo de las décadas, estas figuras se han erguido como guardianes inmutables del arte, atrapados en un estado perpetuo de quietud, mientras la vida a su alrededor sigue su curso.
Boari, influenciado por el estilo Art Nouveau y maestros como Victor Horta, diseñó un palacio que albergaría la armonía entre la música, la inspiración y la belleza. Leonardo Bistolfi fue uno de los artistas responsables de las esculturas que decoran el edificio, como «La Armonía» y «La Música», composiciones que representan la conexión entre la belleza y el arte.
A lo largo de estos 90 años, las estatuas y figuras de Bellas Artes han resistido el paso del tiempo, sus detalles cubiertos de una «pátina» que los expertos llaman desgaste, pero que, para quienes observan con detenimiento, parecen lágrimas de mármol. Estas criaturas, invisibles para algunos, continúan contándonos historias de mitología y arte en uno de los edificios más emblemáticos de México.