Tituba, la esclava caribeña y figura clave en los Juicios de Salem, fue acusada de realizar un pacto con el diablo, marcando el inicio de uno de los episodios más oscuros de la historia colonial estadounidense. Su declaración inicial, en la que afirmó haber recibido órdenes del diablo para hacer “cosas malas”, desató una serie de acusaciones y condenas que afectaron a más de 180 personas. Su historia, documentada por autores como Stacy Schiff y novelizada por Maryse Condé, revela las complejidades de una época de superstición y crueldad.
La vida de Tituba estuvo marcada por la violencia y la opresión. Fue criada por una curandera que le enseñó a sanar con plantas, conocimientos que luego utilizó al servicio de su amo Samuel Parris. Sin embargo, al ser obligada a confesar prácticas de brujería bajo amenaza de muerte, se convirtió en la primera en admitir la presencia de figuras diabólicas, provocando un frenesí de acusaciones entre vecinos y familiares en Salem.
Durante su juicio, Tituba habló de visiones inquietantes y presencias sobrenaturales, incluyendo un perro negro y un hombre que la amenazó con daño si no obedecía. Sus palabras, manipuladas por las autoridades, lograron impactar profundamente a los asistentes, marcando un punto sin retorno para otras mujeres, como Sarah Good y Sarah Osborn, que también serían acusadas y ejecutadas.
Maryse Condé, en su novela Yo, Tituba, la Bruja Negra de Salem, recupera la historia de Tituba y expone la crudeza de su vida. A través de su narrativa, Condé construye un retrato de una mujer perseguida por su sabiduría y origen, reflejando el precio que pagaron muchas mujeres inocentes en una sociedad que las veía como amenazas.