Carla Roel de Hoffmann
Doctora en Derecho, especialista en mediación familiar, y profesora en la Universidad Panamericana.
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Hoy terminé de leer el libro en el que se basa la película Rompiendo el Círculo. Como es costumbre, el libro es infinitamente mejor que su versión cinematográfica. Entiendo que no se puede plasmar en 130 minutos una historia de patrones repetidos de violencia doméstica, pero lo que me parece peor, es romantizar dicha violencia.
El libro, como la película, están catalogados como romance. El extracto publicitario de la película literalmente dice: “Cuando el primer amor de una mujer repentinamente regresa a su vida, su relación con el carismático pero abusivo neurocirujano tambalea y ella se da cuenta que debe aprender a depender de su propia fuerza para tomar una decisión imposible para su futuro.”
Este pequeño párrafo es claramente engañoso. De la misma manera que en la película se justifican los golpes, empujones, mordidas y el intento de violación que la protagonista sufre a manos de su abusador.
Vivimos en un mundo violento. Me queda claro que muchos vivimos situaciones violentas todos los días y que estamos tan acostumbrados a ellas, que ni siquiera nos damos cuenta de que somos víctimas o victimarios. Esto último es lo que más me preocupa.
El acceso a la información y a la desinformación pone en la punta de nuestros dedos imágenes de violencia que, una vez, vistas, no podemos dejar de ver. Nos hemos vuelto insensibles a la violencia de todo tipo. El discurso de odio, tan frecuente en la política, es violencia y a muchos, les causa risa. Las palabras tienen consecuencias.
Cuando empecé a dar clases, los alumnos, por lo menos en presencia de sus profesores, cuidaban su lenguaje y su tono de voz. Ahora, veo que mis alumnos se hablan insultándose como si fuera cualquier cosa, se maltratan entre ellos y lo perciben como un juego.
Si, siempre ha existido la violencia, pero nunca como ahora, ha sido tan normalizada.
La vida digital ha hecho que muchos, cobardemente, se escondan en el anonimato para ejercer violencia en contra de sus pares. Hablando del tema con un grupo de mis alumnos, traje a colación los términos que describen conductas violentas (negging, whelming, fishing, zumping, benching, etc.), y muchos de ellos habían sido víctimas de esas conductas aunque no supieran el término con el que se identifican
Me llama la atención que sí reconocen que una de cada tres mujeres es víctima de una relación de abuso, pero desconocen que uno de cada cuatro varones también lo es. Muchos piensan que ese tipo de relaciones violentas son normales. No sé si es porque lo han visto en casa, porque es el tipo de relaciones que les presentan las series o es lo que reciben como normal en sus redes sociales. Algunos piensan que las reconciliaciones son románticas y buscan el conflicto que desencadena la violencia. Otros sólo consideran como violencia la física o la sexual, restándole importancia a la violencia psicológica y económica.
Sé que no puedo cambiar el mundo, pero si creo que hablar del tema es importante. Nombrarlo, lo visibiliza y nos hace conscientes de la realidad en la que muchos estamos inmersos.
La historia de Lily es una de patrones aprendidos y repetidos, de violencia física y de justificaciones bajo el pretexto de que como me ama, va a cambiar, cosa que nunca sucede. Querido lector, te pido que reflexionemos acerca de la violencia y tratemos de vivir en un mundo en el que reconozcamos en el otro alguien digno de ser amado y tratado con amabilidad.